Las obras inconclusas de Lorca
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Quizá debiera haber dejado más claro el Teatro de La Abadía que Los sueños de mi prima Aurelia es un sencillo boceto de lo que con más tiempo y trabajo por delante podría llegar a ser un montaje en torno a esta y otras comedias inconclusas de Federico García Lorca. Emparentadas con Doña Rosita la soltera y en cierta medida con La zapatera prodigiosa y El amor de Don Perlimplín, las páginas que nos han llegado de Los sueños de mi prima Aurelia pudieran corresponder por extensión y contenido a una copia del primer acto de aquella "comedia andaluza de la vega granadina", con cantaores incluidos, que Lorca tenía en proyecto.
En el trabajo de laboratorio de Miguel Cubero, el director, hay una búsqueda atinada de imágenes poéticas fieles al universo lorquiano, apoyadas en una escenografía sucinta y en proyecciones fotográficas de gran formato tratadas con gusto pictórico. En lo estético, su boceto de montaje apunta en la dirección adecuada. En lo interpretativo, el acento andaluz impostado que utilizan los actores contamina toda su labor, que resulta artificiosa por mucha carne y espíritu que intenten ponerle: hubiera resultado mejor probablemente que cada cual dijera el texto con un habla más natural, tal y como hace Elena Olivieri, que en el papel del niño Federico sustituye las boleras originales por una canción en su lengua italiana natal. También funcionan estupendamente el foxtrot que se marca Cristina Bernal y la Gacela de amor desesperado cantada por Mélida Molina.
LOS SUEÑOS DE MI PRIMA AURELIA
Autor: García Lorca. Intérpretes: Ascen López, Ione Irazabal, Mélida Molina y Cristina Bernal. Dirección: Miguel Cubero. Teatro de La Abadía. Del 30 de marzo al 3 de abril.
El espectáculo da un giro copernicano cuando sus intérpretes dejan de esforzarse en hablar con un acento que no han tenido tiempo de hacer suyo verdaderamente para abordar un fragmento de Posada en el que Lorca retrata la intensidad del amor pasional a través de una muchacha fascinante, simple pero llena de pliegues, que seduce tanto como asusta a un ingeniero. En estos dos personajes, Ione Irazabal y Daniel Moreno dan su justa medida de espléndidos actores. Un trabajo en proceso como éste no debe verse con los mismos ojos que uno acabado, ni juzgarse igual, pero tampoco debiera cobrarse su entrada al mismo precio.
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