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Columna
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"¡No entiendo nada!"

Juan Cruz

Rafael Azcona contaba que en aquellos años en que en los bares te regalaban el agua si eras poeta, un militar de alta graduación iba a bostezar entre los líricos, acompañado de un hermano suyo que tampoco decía nada nunca. Cuando el aire se espesaba demasiado y los artistas se ponían un poco pesados, el hermano silente gritaba, con todas sus fuerzas, desde su rincón:

-¡No entiendo nada!

Y volvía a callarse.

Ante el ruido que hay en España sería lícito chillar en el mismo sentido: "¡No se entiende nada!".

Vayamos por partes. En primer lugar, Botín y 39 más se reunieron el sábado 26 de marzo con el presidente del Gobierno. A la salida se supo que el presidente del Santander le había dicho a Zapatero que no moviera más el asunto de la dichosa sucesión, que estaba dilapidando el crédito de España. Inmediatamente después salió en tromba la España del ruido y de la rabia diciéndole a Zapatero de todo además de perro caniche. No entiendo nada, capítulo uno: si el que habló fue Botín, ¿por qué no dirigen los obuses hacia Botín? Botín es rico; Zapatero no, y el poder que tiene es efímero, mientras que el de Botín es un poder que tiene su metáfora en su rancio apellido. Se entiende bien, aunque sea legítimo gritar: "¡No entiendo nada!".

Una vez realizado ese encuentro, en el que, como dijo el tantas veces susodicho Botín, hacía menos frío que en una ocasión similar anterior, el Partido Popular salió a la palestra para decir que Zapatero se había reunido con los plutócratas en vez de reunirse con los parados. Es decir, al PP no le gustó la reunión. Y aquí es legítimo preguntar: ¿no le gustó la reunión porque aparentemente salió bien? ¿No le gustó porque no le corresponden a Zapatero esas compañías? ¿No le gustó porque no le gustan los plutócratas? Y si no le gustan los plutócratas, ¿qué van a hacer ellos cuando gobiernen y sientan el deseo de reunirse con los plutócratas, Botín y los 39? No entiendo nada, aunque se entienda todo.

Algo mucho más delicado tiene que ver con la lucha antiterrorista, que hasta hace poco ni se tocaba. De pronto han desempolvado el hacha de aquellas guerras, han ido acrecentando el ritmo de Gil-Lázaro el preguntador del Faisán, y ahora nos encontramos con una curiosa paradoja. Reprochan al Gobierno una continuada negociación con ETA justamente en el tiempo en que más etarras acabaron en el calabozo, en los juzgados y en la cárcel. No ha salido gratis este reencuentro con la crispación acentuada por las preguntas de Gil-Lázaro-Levántate-Y-Pregunta, pues ha dado ocasión para que desde los más diversos espejos de la historia se le recuerde al partido que pregunta por esto que ellos mismos hace poco más de 10 años se reunieron para lo mismo, dijeron las mismas cosas, sintieron la misma heladera del fracaso y regresaron de los contactos con una frustración que parece que ahora no asoma tanto.

Se entiende poco, la verdad, toda esta paradoja, así que gritemos como aquel tipo de la esquina: "¡No entiendo nada!". ¿O sí se entiende? Claro que se entiende, pero es que no se escucha nada porque otra vez hay un ruido. Otra vez.

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