El arte de inaugurar
El arranque del periodo de elecciones de las municipales dejará a algunos políticos sin una de sus aficiones preferidas por la nueva ley electoral, incluso hay quien se ha permitido la ligereza de insinuar que sin trabajo. Al menos, eso explicaría el bochornoso espectáculo ofrecido estos días por alcaldes y presidentes autonómicos en una intensa jornada de inauguraciones.
Algunos han cortado la cinta o descubierto la placa hasta en 11 ocasiones en tan solo un día, otros más que en el resto de su legislatura. Aeropuertos terminados hace meses sin licencia para operar, infraestructuras sin acabar o ya en uso, teatros, carreteras, tuberías, etcétera. Es más, se disputan la legitimidad de las mismas, como en el caso del nuevo hospital Central de Asturias, que han inaugurado cinco autoridades diferentes. Por si fuera poco el descontento generalizado con la clase política, pretenden insultar la inteligencia de sus ciudadanos con actos donde darse un "baño de masas y cámaras".
Una suerte de pistoletazo a los mítines de promesas incumplidas y propaganda barata. Sea por afán personalista, electoral o por creer que el pueblo solo piensa a corto plazo, lo cierto es que el intento de engordar su lista de éxitos no maquilla ni engaña. Y menos cuando la corrupción, institucionalizada en España, salpica en especial a los grandes partidos.
Viejos males, viejos remedios, mismos culpables: el arte de inaugurar es ya una tradición, como "el que inaugura una casa e invita a sus amigos". La clase política española necesita abandonar arcaicos estereotipos, mostrarse a la altura de los tiempos y establecer un verdadero diálogo social que está en la calle. La renovación exige revisar las bases de una política desgastada por sus propios vicios, es decir, que la llave de la casa la tengamos todos.
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