Criminología
Robaron en casa de un amigo y el agente encargado del atestado en comisaría le informó de que la Policía Científica andaba con mucho trabajo y que si en dos días no pasaba por la casa a tomar huellas, lo mejor era que recogiera todo y lo ordenara de nuevo. A la Policía Científica no le alcanzó la jornada para personarse, pero escuchar el nombre de la división nos produjo un placer indescriptible, como el de estar participando en un episodio de televisión. Uno de los policías se quejó de lo pesada que se pone la gente con lo de las pruebas de ADN y demás, que quieren que sea aplicable a cualquier delito. Todos sabemos que incluso en casos que han despertado enorme alarma social, la obtención de pruebas o hasta dar con el cadáver, es un proceso complejo y, a menudo, frustrante.
La ficción cumple el encargo de satisfacer al usuario de todas las frustraciones de la vida con perfectas resoluciones. La cascada de seriales que tienen la resolución de crímenes como su espina vertebral anuncia que todos queremos poner un crimen ajeno y bien resuelto en nuestra vida. Toni García, adicto a las series y colaborador de este periódico, organiza hoy en el Sony Center un debate en torno al spin off de Mentes criminales. Se llama Mentes criminales: conducta sospechosa, y aunque solo sea por la claridad meridiana del título y la presencia del actor Forest Whitaker, convocará espectadores en AXN.
Telecinco emite enlazados el CSI de Las Vegas y el de Miami durante cuatro horas y cuarto en la noche de los lunes. De lunes a viernes La Sexta, cada mañana, pega un chorreo de cuatro horas de Crímenes imperfectos y por la tarde dos horas más de Navy, investigación criminal. Programar tele en España es subir a piñón fijo el Mortirolo.
En el debate participará un psiquiatra forense y un criminólogo, oficios que todos llevamos dentro junto al de seleccionador nacional. Y para los aún hambrientos pese a la obsesión televisiva por lo delincuencial, siempre habrá un caso Faisán o similar para delatar que las maquinaciones reales tienden a lo chusco y chapucero; es la ficción quien las pule, las ordena y les concede esplendor. Al crimen, esa vulgaridad, también.
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