Escenarios contrapuestos
El pánico por la radiactividad y la energía nuclear que se vivió en 1986 durante el accidente nuclear de Chernóbil estaba apaciguado. El pasado 11 de marzo se reavivó en Japón y estos días se viven momentos de máxima tensión. Tensión provocada no solo por la situación de la central de Fukushima. La escasa información inicial dada por el Gobierno nipón y los fallos en la interpretación de los datos por parte de la compañía operadora de la central aumentan la turbación de los ciudadanos.
Existe otro problema de fondo. Mientras la población japonesa se enfrenta a la peor crisis tras la II Guerra Mundial, en algunos lugares de occidente solo se tiene en mente las repercusiones que el accidente de Japón tendrá en las futuras elecciones. Se celebran victorias o se lamentan derrotas en una sociedad que ve el desastre japonés a través de la pantalla. Un escenario de elecciones y política que choca con la otra dura realidad: más de 200.000 personas siguen refugiadas en 1.900 centros de evacuación de Japón.
Personas que han perdido sus pertenencias, sus casas, sus pueblos y sus trabajos. Ciudadanos que viven en tensión constante por la creciente radiactividad y por el posible riesgo de accidente nuclear. En una situación declarada de alerta máxima por el vertido de plutonio y calificada de imprevisible por el primer ministro Naoto Kan. ¿Qué es, entonces, verdaderamente importante?
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