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Reportaje:SIN COCHE | El Boalo

El Boalo, ¿dígame?

Un pueblo compuesto por tres núcleos de población y con magníficas iglesias

Juan Diego Quesada

A través de la ventilla se ve a un puñado de vacas cerriles pastando con la mirada fija, corredores que queman calorías a lo largo del asfalto y, a los lados, casitas de piedra con jardines bien cuidados. El paisaje resulta familiar. El galimatías de carreteras también. Al llegar a una rotonda, cualquier duda queda disipada. Las esculturas de acero y hierro forjado, muchas de ellas obras de Ángel Lucas Estévez, que tiene el taller a unos cuantos kilómetros de aquí, revelan que la sierra de Guadarrama está cerca, muy cerca.

El Boalo es un pueblo compuesto por tres núcleos de población, uno de ese mismo nombre, Cerceda y Matalpino. La diversidad y el mestizaje son motivo de orgullo de sus habitantes, pero la guía telefónica les enfrentó hace muchos años. De golpe, la compañía hizo que las dos pedanías desapareciesen del listado y apareciesen en el epígrafe de El Boalo. El disgusto fue mayúsculo. Un concejal de Cerceda llegó a pedir la independencia para sus vecinos, como si el hecho de borrarles del listín fuese a acabar con su identidad. Hoy día, si se consultan las páginas blancas por Internet, aparece el primer núcleo de población seguido del nombre del pueblo. Fulanito de Tal, número X, Matalpino-El Boalo. Aquí paz y después gloria tuvo que pensar el que dio con esta fórmula que agrada a todos.

Un concejal al verse fuera de la guía de teléfonos pidió la independencia
La única caja de ahorros que había hasta ahora acaba de echar el cierre

Antonio, por lo menos, está encantado. Fuma un habano a media tarde, acompañado por un perro pequeñito pero matón, y ve caminar desde la atalaya de su terreno, en pleno centro de El Boalo, a todo el que pasa. De primeras no sabe adónde guiar a un desconocido, pero 10 minutos después se le suelta la lengua y habla de una finca donde hay como "mínimo 30 o 40 nidos de cigüeñas". Calle abajo, después de un empedrado, se abre una larga avenida. Se llega a una rotonda, cómo no, con el nombre del pueblo en letras de acero. Un riachuelo discurre sorteando piedras y terreno picado. Un largo prado se despliega hacia el horizonte, con estructura de piedras medio derruidas, por donde pululan enormes morlacos de unas cinco toneladas. Se sabe que en las afueras del pueblo hay restos de una necrópolis romana, pero nadie de la gente que pasa puede confirmar que estos lo sean. Una guía de bolsillo no aclara las dudas.

Efectivamente, como había dicho Antonio, una cigüeña en lo alto de un nido se mantiene quieta como una esfinge. Minutos más tarde despliega sus alas y echa a volar. ¡Adiós! Por la carretera circula un monovolumen que hace un aparte al ver a gente andando por la vereda. "Aquí", explica el conductor señalando una urbanización de chalés, "había un humedal natural que se formaba con las lluvias de cada año". Dice que multitud de veces se bajó a retratar con su cámara de fotos las aves que venían, parece ser, de lugares remotos. "Visite el piso piloto", se lee ahora en el sitio en el que se formaba el añorado lago.

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Este es el epicentro del parque de la Cuenca Alta del Manzanares, debajo de la sierra de los Porrones. "Disfruta todo el año" es el lema que ha elegido el municipio para animar al que quiera vivir en un entorno tranquilo a solo 50 kilómetros de Madrid. Una responsable municipal envía por e-mail una serie de datos que, por exactos, abruman: el municipio posee 39 millones de metros cuadrados, 5.785 habitantes (3.027 hombres y 2.758 mujeres), 12-14 viviendas por hectárea de suelo residencial, 11,2 millones de presupuesto, 368 empresas, 86 alumnos en el colegio, 4.583 tarjetas sanitarias, 4.700 viviendas, 3.070 vehículos. Lejos del mundanal ruido, se dice en un folleto, pero a solo media hora de la capital de los negocios. Lo dicho, puede visitar un piso piloto.

Merche López hace un cuarto de siglo que eligió vivir aquí, justo después de contraer matrimonio. Tiene una queja: "Hemos estado, yo y muchas vecinas, 15 días sin teléfono. También la farmacia. Y encima la única caja de ahorros que había ha echado el cierre". Le secunda una mujer que vive al lado, Pilar.

Mucho antes de que a nadie se le ocurriese que se podía hablar a través de un aparato por la acción de la electricidad, unos pastores se asentaron en esta tierra. Después se hicieron ganaderos y canteros. Ahora la mayoría se dedica al sector servicios y el turismo. Por el camino se hicieron devotos, de ahí las magnificas iglesias que se pueden encontrar en cada uno de los tres núcleos de población. Es un lugar perfecto para bajar del autobús y echar a andar por calles empedradas, cinceladas a mano por los canteros, visitar una ermita, un castillo, un casco histórico muy cuidado, para después salir a las afueras en busca de la vida campestre.

Antonio desde su atalaya, al caer la noche, sigue vigilante. El habano está prácticamente consumido.

Dos cigüeñas se posan en un poste de la luz en El Boalo.
Dos cigüeñas se posan en un poste de la luz en El Boalo.SANTI BURGOS

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Sobre la firma

Juan Diego Quesada
Es el corresponsal de Colombia, Venezuela y la región andina. Fue miembro fundador de EL PAÍS América en 2013, en la sede de México. Después pasó por la sección de Internacional, donde fue enviado especial a Irak, Filipinas y los Balcanes. Más tarde escribió reportajes en Madrid, ciudad desde la que cubrió la pandemia de covid-19.

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