Un acierto estratégico
El pasado 22 de marzo, Iñigo Iruin, el letrado de Sortu, la marca de la nueva Batasuna, reconoció ante la Sala del 61 del Tribunal Supremo que el alejamiento de Batasuna de ETA se inició con la colocación por la banda de la bomba en la T-4 de Barajas, en diciembre de 2006, que dio al traste con el último proceso de diálogo del Gobierno con el terrorismo etarra.
Lo que ahora es un reconocimiento entonces fue una intuición política de José Luis Rodríguez Zapatero y Alfredo Pérez Rubalcaba. Ambos agotaron las posibilidades de diálogo para demostrar a las bases de Batasuna que era ETA la intransigente y no el Gobierno, y desmontar la tradicional falacia de la banda de que practicaba la violencia al servicio de la negociación.
Por eso no desoyeron el consejo del primer ministro británico, Tony Blair, que animó a Zapatero a realizar un intento de diálogo a la desesperada con ETA, y con ese objetivo una delegación gubernamental participó en un nuevo encuentro en Ginebra con ETA, en mayo de 2007, tras la bomba de la T-4. Y en ese encuentro, ETA rompió claramente al levantarse de la mesa y el Gobierno pudo demostrar a las bases abertzales la intransigencia de la banda.
Entre junio y diciembre de 2006 hubo encuentros entre el Gobierno y la banda en los que predominó la tensión, los mutuos engaños y en los que el Ejecutivo no movió pieza. Menos aún que en el Gobierno de Aznar, que acercó presos de ETA al País Vasco, pese a que, en su proceso, solo hubo un encuentro entre una delegación del PP y ETA.
Pero es a partir de que ETA se levanta de la mesa en junio de 2007 cuando se empieza a agudizar el enfrentamiento entre Batasuna y ETA, que era la pieza que faltaba para colocar a la banda en un proceso terminal, una vez que las Fuerzas de Seguridad, la colaboración internacional y el Estado de derecho habían demostrado su eficacia.
Ayer, Rubalcaba resaltó otro aspecto importante y fue su decisión de ordenar a las Fuerzas de Seguridad que no bajaran la guardia durante el proceso. Eso permitió que, al romper ETA la tregua, las Fuerzas de Seguridad detuvieran a tres cúpulas seguidas de la banda en dos años.
Por tanto, se puede concluir que aquella tregua fue un fracaso táctico, pero un acierto estratégico que, a día de hoy, ha hecho que ETA haya entrado en su etapa terminal. El PP nunca ha querido reconocerlo por partidismo sectario. Pero no es normal que el Gobierno no haga gala, con más frecuencia, de ese acierto y no proclame claramente que a una organización terrorista con base social solo se le bate con la combinación de una estrategia policial y política.
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