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Reportaje:

Las trincheras de la integración

Un plan piloto de intervención en los barrios más desfavorecidos evita conflictos

Raúl Limón

Han celebrado reuniones en descansillos de escaleras, ayudado en peleas entre vecinos, limpiado plazas, producido musicales y unido a imanes y curas, entre otras actividades. Durante dos años, más de 250 ONG de todo tipo, ayudadas por la Junta, los Ayuntamientos y el Gobierno, se han sumergido en las "zonas sensibles", aquellas con mayor riesgo de exclusión social y con presencia significativa de inmigrantes, para resolver conflictos. El programa acaba y todos los implicados piden que se prorrogue.

Si el paro y la crisis golpean a todos, a los inmigrantes más desfavorecidos y a otras poblaciones en riesgo de exclusión los dejan en situación de máxima vulnerabilidad. Además, comparten espacios urbanos que ya presentan graves déficits. En estas circunstancias, hay que actuar. "Hay que ir a pie de calle y evitar situaciones de conflicto", afirma la directora general de Coordinación de Políticas Migratorias de la Consejería de Empleo, Rocío Palacios. Así surgió el plan piloto de actuación integral, que implica la intervención directa sobre los focos de posibles problemas, sean de la entidad que sean.

"Se trata de invertir en sociedad", asegura Palacios. De los 7,5 millones presupuestados, ya se han utilizado seis a lo largo de dos años en zonas sensibles de Granada, Almería, Algeciras y Sevilla. Todos coinciden en el éxito de la experiencia, enmarcada en el Plan Integral de Inmigración.

Las actuaciones "no son programas caritativos", destaca Francisco Mena, presidente de la coordinadora Alternativas de Algeciras. Nacen de la experiencia y de la demanda de los propios vecinos. "Preguntamos al barrio qué hay que hacer", añade Palacios.

Con esta filosofía se han creado programas de formación para el empleo -en estos barrios el paro es del 40%- o de idiomas. Pero como dice el coordinador de Cruz Roja en Granada, Francisco Javier González, "la gente no solo tiene problemas de trabajo". Se ha actuado para "recuperar la calle como espacio de relación", comenta Juan Miralles, director de Almería Acoge, quien insiste en el nuevo modelo: "No llamamos. Vamos. Las cosas se hacen en la calle. Cuando llegábamos, nos preguntaban qué les dábamos. Y nosotros les decíamos que nada. Cada taller es una herramienta para evitar conflictos".

La clave del éxito de este programa ha sido por tanto ajustar la oferta a las necesidades, trabajar directamente en la zona y, como afirma Sergio Ortuño, responsable de Cruz Roja en el Distrito Norte de Granada, "convertirlos en actores de su propio cambio".

De estos dos años de trabajo a pie de calle han surgido numerosas historias que ahora recuerdan los responsables de este plan piloto:

- La prostituta líder. En Almería se programó una excursión de mujeres que, en muchos casos, se enfrentan a situaciones de machismo que les impiden moverse con total libertad. La dirigente de este grupo fue una prostituta despreciada por sus vecinos que resultó una animadora que encandilo a sus nuevas amigas.

- El nombre del negro. "Hace dos años, yo era el negro. Ahora me conocen por mi nombre". Así resume su experiencia uno de los beneficiados de las actividades de intermediación social.

- El imán, el cura y fieles de dos religiones. El grupo de Algeciras reunió a scouts de distintas religiones. Asistieron el imán y el cura de la zona, que descubrieron que algunos vecinos iban a la mezquita y a la iglesia a reclamar doble ayuda a sabiendas de que no se relacionaban. Pero esa picaresca acabó y el beneficio de la actividad fue doble.

- La policía aprende marroquí. También en la ciudad gaditana se convocó un curso de árabe marroquí. Se inscribieron 250 policías, guardias civiles y agentes portuarios para entender mejor a los usuarios. Las madres de los inmigrantes también reclamaron que sus hijos no perdieran el idioma de sus raíces. El resultado fue un trueque: ellos aprendían árabe y ellas español.

- El color de los ojos. En algunos colegios conviven hasta 17 nacionalidades. Las intervenciones son diversas y permanentes. El Día de la Infancia, una pequeña de cinco años escribió: "El día que a la gente se la mire por el color de la piel igual que por el color de los ojos, habrá integración".

- La guerra de los muebles. Un conflicto entre dos residentes de un bloque estaba a punto de generar un enfrentamiento entre comunidades. Un mediador social investigó las causas. Un vecino musulmán movía los muebles de madrugada para rezar y el ruido despertaba a otro, quien tenía un horario laboral complicado y necesitaba dormir. La solución: pusieron protectores en las patas de los muebles, acabaron los ruidos y volvió la paz social.

- Mercadillo de subsistencia. En El Puche almeriense se celebraba un "mercadillo de subsistencia", donde se venden cosas que en muchos casos encuentran en las basuras. Se generaban muchas peleas y el espacio público era inservible. Se trabajó con todos los implicados y se consiguió desde reciclar residuos hasta recuperar la calle para los vecinos y los niños.

- La primera madrugada. El Distrito Norte de Granada moría al caer el sol porque se levantaban lo que Sergio Ortuño denomina "barreras invisibles" que nadie traspasa. Cruz Roja organizó un concierto de Malagasi Gospel, un grupo de la fundación Agua de Coco. La fiesta, por primera vez, se prolongó hasta la madrugada.

- Un musical en el teatro Isabel la Católica.

Un taller terminó produciendo un musical sobre la historia de los ocho barrios del Distrito Norte de Granada. Fue tan exitoso que se programó en el teatro Isabel la Católica y ha permitido que algunos se dediquen a la música.

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Sobre la firma

Raúl Limón
Licenciado en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense, máster en Periodismo Digital por la Universidad Autónoma de Madrid y con formación en EEUU, es redactor de la sección de Ciencia. Colabora en televisión, ha escrito dos libros (uno de ellos Premio Lorca) y fue distinguido con el galardón a la Difusión en la Era Digital.

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