Cuando el roce hace el cariño

Conviene desconfiar, en el fondo, de todas estas comedias románticas de nuevo cuño, que llevan escrito en la frente el propósito de sabotear las convenciones del género con una actitud declaradamente antisentimental: quizá acaben escapando de algún que otro lugar común, pero casi nunca logran hacerlo de su adscripción genérica.

En otras palabras: siempre acaban siendo comedias románticas e, inevitablemente, bañan sus desenlaces de esa sentimentalidad de la que renegaban en su imagen de apertura y sus escenas de planteamiento. Dicho esto, asumido el engaño e interiorizada la desconfianza del fondo, tampoco resulta prudente negarse a la puntual eficacia de sus formas. Sin compromiso, comedia (falsamente anti) romántica del veterano Ivan Reitman, sobre un guion de Elizabeth Meriwether que invierte no poca energía en dotar de vida, fuerza y verosimilitud a sus figuras femeninas, ilustra ese contraste a la perfección: su aparente defensa de las bondades del sexo sin amor desemboca en una nueva demostración de las leyes de la atracción romántica, pero el proceso cristaliza en una película superior a la media del género.

El carisma -y, en este caso, también la impudicia- de una Natalie Portman, que certifica su madera de estrella, aporta buena parte de su toque de distinción a Sin compromiso. La gran composición cómica de la secundaria Lake Bell sobre el arquetipo de la nerd girlfriend también vale su peso en oro, aunque al guion se le transparentan tanto los puntos de giro, las transiciones entre actos y los conflictos interiores, calzados a la fuerza sobre sus personajes que el espectador podría calcular, sin demasiado riesgo a equivocarse, cuáles son los mejores tramos para echar una cabezada en la butaca. Una cabezada que no se verá alterada por la irrupción de ningún factor sorpresa.