El hilo telefónico llevó a la 'oficina'
La intervención de las conversaciones que mantuvieron los acusados poco antes de la muerte del narco Leónidas Vargas permitió identificarles
Los teléfonos móviles les delataron. Eso, y un pinchazo telefónico de la policía de Jaén sobre uno de los cómplices en el asesinato del narco colombiano Leónidas Vargas el 8 de enero de 2009 en el hospital 12 de Octubre. Las continuas comunicaciones, que no duraban ni 20 segundos, fueron suficientes para sacar a flote el complicado entramado de la oficina de cobro (sicarios a sueldos), según explicó durante el juicio el responsable del Grupo X de Homicidios, que investigó el crimen.
La muerte de Vargas se produjo a las 19.43 del 8 de enero. Los agentes de Homicidios pidieron a las compañías telefónicas todas las llamadas que se habían producido media hora antes y después del crimen. Eso suponía una gran cantidad de números, según el mando de Homicidios, por lo que solo decidieron quedarse con las que fueran más cortas. Eso les permitió cribar hasta 17 números. A partir de ahí, se trataba de cruzar los datos y ver quiénes se habían llamado entre sí. También colaboraron en las pesquisas los agentes de Jaén que tenían pinchado el teléfono de Alexander Salazar, quien ha sido acusado de ser la persona que llevó a Jonathan Andrés Ortiz, el supuesto sicario, al hospital donde se encontraba ingresado Vargas. También se acusa a Salazar de haberle entregado a Ortiz el arma con la que disparó al narcotraficante y de haber trasladado al sicario a su domicilio tras el crimen.
Las conversaciones de Salazar aludían al cumplimiento del plan que iba a acabar con la vida del capo colombiano. "Ya está todo muy preparadito", se decían los acusados.
El inspector de Homicidios aseguró que coinciden con estas conversaciones las imágenes de las cámaras de seguridad del hospital con las llamadas. Cuando dos de los imputados entraron al centro sanitario a las 19.37, hubo una llamada 16 segundos después entre otros dos cómplices: "Ya los vi entrando", decía uno de ellos. También hablaban de que "el parcero" -el sicario- ya había llegado al hospital.
Después de cometer supuestamente el crimen, el pistolero se marchó con Salazar a la casa de este. José Jonathan Fajardo, el presunto jefe de la oficina de cobro, mantuvo una conversación con el propio Salazar que le preguntó qué decía el parcero. La respuesta fue: "nitidez total", es decir, el crimen había salido como lo habían planeado.
"Primero identificamos los móviles y después ponemos cara a los usuarios de los mismos", destacó el investigador. "Minutos antes y después del crimen se llegan a cruzar hasta 16 llamadas telefónicas", añadió. Según se ampliaban las pesquisas, aumentaron el número de pinchazos telefónicos autorizados por el juez que instruía el caso.
El cruce de llamadas entre los supuestos miembros de la banda también permitió identificar a Yuli Carolina Oliveros como la persona que compró el billete de avión entre Fuerteventura y Madrid con el que Ortiz viajó a la capital.
Los repetidores también permitieron rastrear los movimientos del supuesto pistolero desde su llegada al aeropuerto de Barajas. Tras aterrizar en la terminal T-2, se dirigió a Torrejón de Ardoz, a la casa de Carolina. La agencia de viajes donde se había adquirido su billete de avión está en la misma calle donde reside la acusada.
Los implicados cambiaron de números de teléfono tras el asesinato. El más difícil de identificar fue el de Edgar Andrés Ortega Flores, el supuesto secretario de Fajardo. Las conversaciones grabadas permitieron demostrar que Ortega estaba a sus órdenes y le hacía todo tipo de recados.
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