Alerta nuclear en Japón
El papel desempeñado por el Consejo de Seguridad Nuclear a través de su presidenta y de algunos de sus expertos ("auténticas eminencias en su campo", según diversos presentadores de radio y televisión) durante estos últimos días constituye una auténtica burla a la inteligencia. Después de asegurarnos de la práctica imposibilidad de que se produjese una explosión en la central de Fuku-shima, he llegado a escuchar de boca de los susodichos expertos -ante los terribles acontecimientos que desmienten sus anteriores declaraciones- que "se está magnificando" la gravedad del siniestro, para añadir que contra la radiación basta con una sobredosis de yodo y que -en el peor de los casos- las expectativas de vida del "cáncer de tiroides son del 92%" (sic).
No se le oculta a nadie que el Consejo de Seguridad está patrocinado por las propias centrales nucleares, por lo que sería ingenuo creer en su objetividad. Sin embargo, muchos ciudadanos agradeceríamos que estos "expertos" guardasen, cuando menos, un decoroso silencio ante una realidad que se esfuerza tozudamente por demostrar que sus declaraciones no son más que un cúmulo de sandeces que en nada ayudan a aclarar el debate en ciernes sobre la conveniencia y seguridad de la energía nuclear.- Carmen Fernández. Madrid.
Gracias a Wikileaks sabemos que la tan cacareada nación más tecnológicamente avanzada del mundo tenía un control de seguridad sobre sus centrales que parecía dirigido por Homer Simpson: una revisión de las normativas sísmicas cada 12 años y demás lindezas. Japón es el ejemplo más claro de lo que espera al futuro mundial: superpoblación, escasez de recursos y dificultad para mantener energéticamente el país en marcha.
Una reflexión sobre Japón nos lleva a un país abanderado en la esquilmación de los mares, ¿o es que nadie recuerda que son casi los únicos que siguen cazando ballenas cuando a los demás nos provoca náuseas el asunto? Igualmente tenemos las imágenes -que parecen ya tan lejanas- de ciudades iluminadas hasta lo grotesco por anuncios de neón; unas condiciones laborales y de educación extenuantes que provocan en adultos y niños algo similar a la neurosis colectiva y un exagerado mercado de tecnología de consumo; de la presencia de mafias mejor no hablar, pero no debemos obviar que controlan parte del sistema político y financiero con más de 100.000 miembros y 3.000 clanes; la mafia más grande del mundo, sin ir más lejos.
Marcan nuestro camino occidental, ese que lleva a creernos que la fiesta económica y de población no tiene fin ni límite y quizás también marquen el inicio de una nueva era, nada halagüeña, en la que más de uno va a empezar a preguntarse cuál es el límite de población mundial y cómo reducirla sin que corra, de ser posible, la sangre.- Emilio Iglesias Delgado Sevilla
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