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Reportaje:

Blas con 'B' de Bilbao

Representantes de la vida social y cultural de la capital vizcaína celebran el 95º aniversario del nacimiento de uno de sus poetas más representativos

"La noche se puso íntima como una pequeña plaza", escribió Federico García Lorca en su Romance sonámbulo, el del "verde que te quiero verde". Bilbao también se puso íntimo ayer para celebrar los 95 años que Blas de Otero hubiese cumplido de no haber fallecido en Majadahonda (Madrid) en 1979. Un Bilbao íntimo para un recorrido íntimo por los lugares emblemáticos de una ciudad a la que amó con tanto dolor y que durante muchos años le sepultó en su bruma.

Nunca la poesía fue acompañada de multitudes, en el fondo es un arte dirigido "a la inmensa minoría", como dejó escrito Juan Ramón Jiménez. Los fieles, pocos, guiados por la viuda del poeta, Sabina de la Cruz, iniciaron el Día de Blas de Otero, en el punto de partida, en Hurtado de Amézaga 28, donde el escritor nació en 1916, en la casa que había construido su padre, Armando. El recorrido siguió por la estación de Renfe, desde donde partió hacia Madrid cuando abandonó la capital vizcaína, la mojigata que tanto le dolía, la provinciana a la que tanto quiso.

El homenaje fue un recorrido por los rincones de la ciudad favoritos del poeta

El recorrido seguía por la Ría, a la que una y otra vez se refirió en sus poemarios, como punto de partida del Bilbao que vivió. Luego el Casco Viejo, la Plaza Nueva, otro de los lugares recurrentes de los poetas bilbaínos, para acabar en el Café Boulevard, donde Blas tantas veces habló, discutió, se emocionó y se enfadó con aquella inteligencia vizcaína que formaba con Agustín Ibarrola o Gabriel Aresti, entre otros.

En cada parada por la ciudad íntima de Blas, distintos personajes de la vida social y cultural de la capital leían alguno de sus poemas, en una especie de tertulia peripatética, introducida por Sabina de la Cruz. Allí leía José Angel Iribar, el portero mítico, a quien Blas bien pudo haber escrito, de haberle gustado el fútbol, que no era el caso, una oda como la que Alberti le dedicó al portero húngaro Platko. El Chopo, el más requerido por los sorprendidos viandantes, leyó a Blas de Otero, venciendo su renuencia hablar en público.

Junto a la Ría, Kepa Junkera desgranaba la lluvia de Bilbao, en uno de los clásicos del poeta, Lejos, el de "cuánto Bilbao en la memoria". Y así, uno tras otro, fueron ilustrado la procesión de Blas por esa ciudad "ahumada de curas" que le provocó tantos sentimientos, a la que, sin embargo, acabó llamando "desoladamente desde Madrid porque sólo tú sostienes mi mirada".

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Ayer había pocas miradas puestas en Blas, pero muy fijas. Y sobre todo una que no podía faltar tratándose de él: la lluvia, que de tan invocada decidió alterar la previsión y, en su homenaje, llegó al mediodía y no por la tarde como se esperaba.

De izquierda a derecha, Kepa Junkera, Sabina de la Cruz; la concejal de Cultura de Bilbao, Ibone Bengoetxea, y José Angel Iribar, ayer en un momento del homenaje a Blas de Otero.
De izquierda a derecha, Kepa Junkera, Sabina de la Cruz; la concejal de Cultura de Bilbao, Ibone Bengoetxea, y José Angel Iribar, ayer en un momento del homenaje a Blas de Otero.LUIS ALBERTO GARCÍA

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