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Catástrofe en el Pacífico

Reacción en cadena en las Bolsas por el miedo a los efectos del desastre nuclear

Tokio baja el 10%, tercera caída de su historia, pese a los esfuerzos del banco central

Claudi Pérez

La Bolsa es como el tiempo: variable y con turbulencias. Y en condiciones de incertidumbre -algún político europeo hablaba ayer de apocalipsis, nada menos- los mercados no funcionan más que como una medida de desasosiego. Las múltiples calamidades que han asolado Japón en los últimos días dejan grandes dosis de miedo: miles de muertos y desaparecidos, decenas de miles de desplazados sin hogar, pueblos enteros desaparecidos y ahora el temor al desastre nuclear. Las Bolsas son otra forma de medir todo eso. Hay una norma no escrita por la que los mercados tienden a sobrerreaccionar tras un desastre natural, y eso es exactamente lo que sucede ahora en Japón: la complejidad, la información insuficiente, el clima de ansiedad y, en fin, algo parecido al pánico se adueñó ayer del escenario en la Bolsa japonesa, que se dejó el 10,6%.

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El resto de parqués asiáticos, y después los europeos y los americanos, sufrieron también recortes, aunque de menor intensidad, en una reacción en cadena ante los temores a un efecto contagio en todo el mundo.

"Vuelo hacia la seguridad". Los analistas de Bolsa tienen su particular lenguaje imposible, y ese era el resumen general de las dos últimas jornadas, en las que el índice Nikkei acumuló una caída superior al 16%. Los inversores huyen del riesgo: por eso bajan las Bolsas y suben activos financieros más seguros. Los bonos estadounidenses y los alemanes a 10 años, por ejemplo. Los francos suizos, el oro. Ese tipo de activos refugio protagonizaron grandes subidas ante el temor que la crisis japonesa lleve al mundo a una recaída en la recesión, algo todavía improbable pero que ya no es imposible a estas alturas.

Octubre de 1987 y octubre de 2008: octubre es un pésimo mes para las Bolsas (los otros son enero, febrero, marzo, abril, mayo, junio, julio, agosto, septiembre, noviembre y diciembre, según el aforismo de Mark Twain). Tan solo en dos jornadas de octubre de esos dos años el Nikkei había protagonizado una caída superior al 10,6% de ayer. Pudo ser peor: en la apertura del mercado las acciones llegaron a caer el 14%, pero el recorte se suavizó por las sucesivas inyecciones de dinero del Banco de Japón, que ha sido muy activo en los dos últimos días para impedir una debacle mayor.

Japón es un gran fabricante industrial: de vehículos, de productos informáticos, de casi todo. Por eso, los analistas temen que el accidente nuclear -que puede suponer la creación de un área muerta alrededor de la central, como pasó en Chernóbil- provoque una paralización de la producción mundial en algunos sectores. Empresas como Toyota, Nissan o Mazda han tenido que interrumpir la actividad en sus fábricas. En Europa, donde las bolsas han caído en torno al 3%, la alemana fue la más castigada, por el mayor peso de las empresas industriales, energéticas y aseguradoras, tres de los sectores más afectados.

Y sin embargo, hay indicios de esperanza. En los mercados de deuda pública, Japón apenas ha sufrido ningún castigo, pese a que su deuda supera el 200% del PIB y la reconstrucción probablemente elevará aún más esa abultada cifra. Wall Street limitó las caídas a apenas el 1%. Tras el accidente de Chernóbil, la Bolsa estadounidense cayó más, y tardó apenas tres semanas en recuperarse. Pese al síndrome de esta vez es diferente, a ver qué pasa en esta ocasión.

Varios barcos intentan apagar un incendio desatado en una refinería de petróleo en Sendai.
Varios barcos intentan apagar un incendio desatado en una refinería de petróleo en Sendai.EFE

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Sobre la firma

Claudi Pérez
Director adjunto de EL PAÍS. Excorresponsal político y económico, exredactor jefe de política nacional, excorresponsal en Bruselas durante toda la crisis del euro y anteriormente especialista en asuntos económicos internacionales. Premio Salvador de Madariaga. Madrid, y antes Bruselas, y aún antes Barcelona.

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