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Columna
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¡Taxi!

Qué gremio más peculiar el de los taxistas, siempre envueltos en polémicas. Todo el mundo tiene una anécdota jugosa de taxistas para contar, pero ¿cuántos de ustedes tienen una anécdota de panaderos? Pues eso. De alguna forma, intuyo que esto debe de estar relacionado con lo caros que son. No. Vamos a ver, no es que sean caros. Maticemos. Son caros sólo si tenemos en cuenta que trasladarse de un sitio a otro es algo que uno también puede hacer gratis. Eso cabrea. Pagar por algo que uno puede hacer gratis cabrea, de toda la vida. Sin embargo, para conseguir pan no hay más que una alternativa: pagarlo en la panadería. Eso no cabrea.

Además, los taxistas tienen fama de quejarse mucho. Se quejan del gobierno, de la oposición, se quejan de los clientes, del tráfico, de las ordenanzas municipales. Incluso se quejan de los otros taxistas. Es curioso porque, a pesar de su corporativismo feroz, se ve que se están extendiendo las malas artes entre compañeros taxistas. Se hacen perrerías entre sí para robarse clientes y se saltan todas las normas internas. Me contaba uno de ellos que antes había cierta caballerosidad en su profesión: si un compañero iba vacío por el carril derecho, era políticamente incorrecto adelantarle. Ahora, según explicaba este hombre, se adelantan con saña y a volantazos. Porque son muchos taxis y cada vez hay menos clientes, parece ser. Qué faena.

No lo dudo. Seguro que ser taxista en tiempos de crisis es una faena del tamaño de Cuenca. Pero no hay que olvidar que también es una profesión que tiene muchas ventajas y muy notables. ¿O es que nadie se ha dado cuenta de que no necesitan hacer esfuerzos por fidelizar a la clientela? Eso es algo de lo que sólo pueden presumir los vendedores de ataúdes y los taxistas. Un panadero tiene que tener la panadería limpia, el pan recién hecho y ser amable con sus clientes todos los días. Si tuviera la panadería sucia, el pan estuviera duro o él fuera un desagradable, acabaría cerrando el negocio porque nadie volvería. Pero un taxista puede tener el coche hecho unos zorros, con agujeros en los asientos y olor a perro mojado, porque va a montar al mismo número de clientes que si tuviera el coche como una patena. No va a ganar más dinero por ser súper amable, así que puede permitirse el lujo de pasar del cliente. Una vez que se baje, si te he visto no me acuerdo. El cliente, lamentablemente, habrá pagado lo mismo por un buen servicio que por uno malo.

Entre los taxistas hay gente estupenda con coches impecables, pero también es el paraíso de los desganados con coches nauseabundos. Y, para colmo, ambos compiten en igualdad de condiciones cuando un cliente grita "¡taxi!"

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