Serenidad nocturna
GAREUS, espíritu clásico para un hotel de negocios en Valladolid
Valladolid es ya un destino de negocios con cierta entidad en el concierto español, lo que justifica la irrupción de numerosos establecimientos hoteleros que viene a saciar la demanda creciente de los últimos años. Cerca del triángulo que forman las plazas de España, Colón y Zorrilla, a cinco minutos de la estación de trenes (incluido el AVE), el grupo Zarzuela ha abierto un hotel de 41 habitaciones que por su morfología y apariencia lleva la manida etiqueta de boutique. Es un inmueble residencial de principios del siglo XX que conserva sus galerías, sus balconadas de forja, sus ventanales cartesianos. Oscuro, aunque le robe suficientemente luz a una calle de por sí escasamente soleada. Con diseño de hoy y pretensiones de ser elegante quizás mañana. Agradable y tranquilo, más por su excelente insonorización que por la tipología de su clientela, en gran parte hombres de negocios renuentes a hospedarse en un gigante hotelero sin personalidad.
GAREUS
PUNTUACIÓN: 7
Categoría oficial: 3 estrellas. Dirección: Colmenares, 2. Valladolid. Teléfono: 983 21 43 33. Fax: 983 21 43 34. Internet: www.hotelgareus.com. Instalaciones: terraza de verano, salón de estar, Lounge & Coktail Bar. Habitaciones:35 dobles, 6 júnior suites; todas con calefacción, aire acondicionado, teléfono, TV satélite, acceso a Internet por cable, minibar; habitaciones para no fumadores. Servicios: algunas habitaciones adaptadas para discapacitados; no admite animales domésticos. Precios: desde 75 euros + 8% IVA la habitación doble, desayuno incluido.
Sus autores, Gonzalo Paredes y Sonia Rivas, han seguido la línea clásica anticipada ya hace una década en el vecino hotel Meliá Recoletos. Si se quiere, con una madurez superior y con menos adornos espurios, debido a la intervención del decorador minimalista Carlos Joral, que ha equilibrado la balanza a favor de unos interiores cultos y serenos por demás. El hotel destila así un ambiente agradable en el vestíbulo-biblioteca, en el comedor y el bar, a lo largo de los pasillos, que reflejan a todas horas, incluso por la mañana, un ambiente nocturno calmo y aterciopelado.
Ese mismo acento se hace notar en las habitaciones, amplias, acogedoras, bien amuebladas. Aunque, inexplicablemente, el huésped debe soportar algunos incordios, como el de pedir en recepción las claves de acceso inalámbrico a Internet, el de encontrarse debajo de una ducha no muy ergonómica que le deja tiritando desde el primer chorro sobre la nuca, o el de acostarse en un colchón excesivamente rígido con una almohada de estas mismas características. Nada que no pueda ser corregido, en cualquier caso, por una plantilla amable y profesional, siempre dispuesta a prestar servicio más allá del manual de buenas costumbres turísticas.
Valladolid necesitaba un hotel así de serio y a un precio verdaderamente tentador: 75 euros por noche con el desayuno incluido.
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