Rajoy y sus circunstancias
Un día es democristiano y al siguiente liberal, según el auditorio
Es tal la euforia que sienten tras el conocimiento de cualquier encuesta preelectoral -el contendiente ha desaparecido, sepultado por sus contradicciones en la gestión de la crisis económica- que los dirigentes del Partido Popular (PP) empiezan a asomar la patita en materia de principios ideológicos. Su líder, Mariano Rajoy, se reinterpreta de continuo, poniendo cada día los énfasis en cuestiones diferentes: dependiendo del auditorio.
1.- La semana pasada aparecía el Rajoy democristiano, heredero del alemán Ludwig Erhard, De Gasperi y demás fundadores conservadores de la UE y defensores de su modelo social. En una intervención ante trabajadores y pensionistas en Bolaños de Calatrava (Ciudad Real), se quitaba los complejos y decía nada menos que lo siguiente: "Nosotros creemos en una sanidad pública, universal y gratuita. Y en la educación universal, pública y gratuita, compatible con la privada para el que quiera pagarla. Creemos en un sistema de pensiones contributivas, y en las no contributivas". Se comprometió a no congelar "nunca" las pensiones. "Estos son los pilares del Estado de Bienestar. Esto no lo ha inventado la izquierda, el origen está en los conservadores y en los democristianos (...) Conviene desmitificar algunos asuntos de los cuales presume la izquierda sin razón y sin resultados".
Impecable. Un Rajoy sin aristas. Sería oportuno que desarrollase en un libro estos puntos de vista para que comprobemos cuán de profundos y de arraigados los tiene. Como hizo su antecesor, José María Aznar, aunque en un sentido opuesto. En su libro Libertad y solidaridad (prologado por el antecesor del antecesor, Manuel Fraga Iribarne), escribe Aznar: "Sólo aspiran a un resurgimiento del Estado de Bienestar quienes siguen deseando ese modelo dirigista. ¿Merece, entonces, la pena hablar del Estado de Bienestar? Es necesario hacerlo porque hay algo incuestionable: el Estado de Bienestar es incompatible con la sociedad actual
[la negrita es nuestra]. Tenemos que tenerlo muy claro: el Estado de Bienestar se ha hundido sólo por su propia ineficiencia y anacronismo. Al llegar a este punto es difícil evitar una sugerencia electoralista. ¿Qué encubre el debate apropiado y mantenido por los socialistas sobre el Estado de Bienestar? Un complejo de inferioridad".
2.- Cuatro días después, Rajoy reaparece en Palma de Mallorca, transmutado de liberal. Ahora le escuchan sus compañeros de partido. Ni rastro del democristiano sino que el énfasis es la desregulación: "Más sociedad, como dice nuestro lema, es menos regulación, menos intervenciones, menos prohibiciones, menos meterse en la vida de la gente y más libertad. Sobran leyes, decretos, reglamentos". Se acerca más a la señora Thatcher (aunque esta pensaba que la sociedad no existe y defendía el concepto del individuo), a Cameron y al ideario de la FAES y de su presidente, Aznar. Cuando acabó de hablar Rajoy, Francisco Camps, firmaba un documento del PP a favor de la transparencia y contra la corrupción, entre grandes aplausos.
3.- Ni como conservador, ni como democristiano, ni como liberal explicita Rajoy las herramientas para conseguir esos loables fines, las prioridades en una coyuntura tan compleja, ni con qué colaboradores contará para practicar su política económica, sea la que sea, cuando llegue a La Moncloa. Sigue sin atreverse por temor a perder apoyos. Apenas un año antes de las elecciones generales, en caso de que no se adelanten, esas cuestiones continúan siendo el misterio más oculto del PP. ¿Acudiremos los ciudadanos a las urnas sin conocerlas?
Predicar menos regulación requiere muchas notas a pie de página. Conforme se sale de la crisis y se olvidan los peores augurios relativos a la quiebra del sistema financiero internacional se olvidan las ansias reformistas que surgieron en los principales foros económicos y políticos. En el comunicado del G-20, en diciembre de 2008 (el peor momento de la Gran Recesión), el concepto más solicitado para salir del atolladero y de los abusos perpetrados era el de "regulación" ("corregir las deficiencias regulatorias", "mejora de la regulación", "llamamos a nuestros reguladores a formular sus reglas y otras medidas de colaboración", "los reguladores deben trabajar", etcétera). Después del gran saqueo, los mismos que aplicaron las ideas que arrastraron a la mayor crisis económica en ochenta años pretenden volver a los mitos de antaño: la mejor regulación es la que no existe, fin de las prohibiciones. La zorra en el gallinero.
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