Aún están vivos
"Un día de rastro, hace ya unos años, una postal tirada en el suelo entre un montón de trastos me llamó la atención", empieza diciendo el coleccionista Juan José Díaz Prósper. Lo declara con motivo de la inauguración de la muestra que el Vicerrectorado de Cultura de la Universitat de València ha organizado con una parte de sus fondos fotográficos. El comisario de la exposición es José Ramón Cancer. Podemos visitarla en La Nau: emprenderemos un regreso a la Valencia del Ochocientos.
En una foto del pasado, en un retrato del siglo XIX, siempre hay algo que nos contraría. Es la falta de información, esa ignorancia del contexto, del acontecimiento concreto: una pose insólita, una circunstancia que desconocemos, unas expresiones parcas, un entorno humilde o, por el contrario, una escenografía que no oculta su tramoya, su artificio. Vemos individuos corrientes, de gesto serio y circunspecto, que se presentan a la puerta de sus casas. ¿Por qué? Vemos gente fina y principal que se fotografía para el álbum. ¿Para qué? Vemos un equilibrista haciendo volatines. ¿Ante quiénes? O vemos una familia a la vera del patriarca, un anciano que nos observa con un pronto desafiante o protector...
Todos están muertos. Impresiona recordar esto. ¿Quiénes son esas personas que ahí aparecen y que pertenecen a la Valencia de otro tiempo? Las postales o los retratos de otras épocas nos proporcionan abundante información, detalles que una mirada experta puede analizar. Esas imágenes anuncian sobre todo lo que aún no vemos, ese porvenir que se consumará sin que el espectador pueda averiguar cuál es la secuencia que continúa. ¿Qué ocurre en la calle inmediatamente después de ser tomada la foto? Cada elemento tiene un aura de contingencia, de puro azar. Cada cosa parece a punto de perderse, con esos individuos que están y no están, perfilados y sin volumen, en un día de otro siglo, de otra Valencia ya inerte.
Más que sorprendernos, los sorprendemos. Son como fantasmas, presencias que no acaban de desaparecer. Están ahí: sobre el lienzo o la sábana blanca del tiempo, arrastrando sus cadenas, ajenos al devenir y a quienes ahora observan. Miramos justamente a los antepasados. ¿Qué son esas fotografías? A veces las tomamos como ventanas a las que asomarnos. En otras ocasiones escrutamos como si miráramos un espejo. Es entonces cuando un escalofrío nos recorre el espinazo. Distinguimos ademanes que son nuestros, indumentarias semejantes a las que hoy llevamos. Apreciamos el porte elegante o vulgar de quienes nos precedieron, parecido al que ahora nos sirve de máscara. Y sobre todo descubrimos la misma chiripa que nos hace seguir, esa casualidad de lo que es perecedero y no se ha consumado.
Quieren dar impresión de vida. Y sí, aún están vivos.
http://justoserna.wordpress.com
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