Compleja recuperación
La inflación es un obstáculo más para España, la más rezagada de las economías europeas
La economía española no cuenta precisamente con muchos elementos que favorezcan la hasta ahora tibia recuperación. Las dudas sobre la salud del sistema bancario, el continuado racionamiento del crédito, la persistente inestabilidad de los mercados de deuda pública, los precios de las materias primas o la no menos importante debilidad de la demanda de la mayoría de las economías que son nuestros clientes justifican que la española sea la más rezagada de las economías europeas y la que mayores dificultades tendrá para reducir su elevada tasa de desempleo. A esos obstáculos se añade ahora la inflación.
El dato del IPC anual difundido por el INE, correspondiente a febrero de 2011, es del 3,6%. Caso de que se confirmara, significaría un ascenso no poco importante desde el 3,3% correspondiente a enero. Han sido nuevamente los precios de los carburantes y de los alimentos los responsables principales de ese ascenso. Cuando conozcamos el IPC definitivo dispondremos del más representativo indicador de inflación subyacente, que excluye los precios de los más volátiles, como los bienes energéticos y los alimentos frescos, que seguirá muy por debajo del general.
Son las tensiones en los mercados internacionales de esas materias primas las que explican esos repuntes en precios, no solo de la economía española. No es, por tanto, una inflación que debería inquietar excesivamente al Banco Central Europeo. Endurecer en las circunstancias actuales la política monetaria acercaría a algunas economías, la española entre ellas, a un escenario de recaída en el cuadro recesivo que a duras penas está superando.
El entorno internacional era el que permitía confiar en una compensación de la orientación restrictiva de la política fiscal y de las más recientes regulaciones sobre la solvencia del sistema bancario, igualmente penalizadoras del crecimiento. Pero sin compensación de la demanda pública y con el crédito bancario inhibido un año más, un eventual ascenso en los tipos de interés aceleraría la ya explícita mortalidad de pequeñas y medianas empresas y las dificultades de los hogares españoles. Que la situación en otras economías de la eurozona sea menos grave tampoco justificaría alarmas inflacionistas. Una precipitada elevación del precio del dinero rezagaría aún más el crecimiento y la creación de empleo del conjunto de la eurozona.
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