"Soy un andaluz español"

Que Alfonso Guerra tiene dotes de gran orador ya se sabía. Que cuenta con una legión de adeptos y otra de críticos, también. Por eso se esperaba con cierta expectación su discurso como hijo predilecto en el acto de entrega de condecoraciones del 28-F y a casi nadie dejó indiferente.

Las palabras que pronunció en nombre de los 13 andaluces reconocidos este año con la medalla o el título de hijo predilecto de la comunidad fueron una muestra de cariño y gratitud a la tierra, pero también un acto de reivindicación de los que han contribuido en las últimas décadas a "levantar la dignidad" de Andalucía, entre los que se incluyó. "Llamé a todas las puertas de España, peleando por la libertad primero, contribuyendo a la transición de un país oscuro en otro luminoso, trabajando en la construcción del bienestar, la justicia distributiva y el respeto a todas las posiciones", dijo. El reto se consiguió y Guerra criticó ayer a los que ahora sienten la necesidad de cargar contra la madre para defender a la hija. "Soy andaluz español", dijo. "Por eso ni entiendo ni acepto que para afirmar las raíces andaluzas haya que confrontarlas con las españolas".

El exvicepresidente, se definió como un político de "verdades y consensos"

El exvicepresidente del Gobierno y diputado del PSOE en el Congreso desde 1977 tuvo palabras de recuerdo para Francisco Giner los Ríos, Pablo Iglesias y Fernando Abril Martorell ("mi adversario principal y amigo preferente") y dedicó el título a su familia. A su padre, Julio, "porquero en los campos de Utrera"; a su madre, Ana, "trianera que trabajó desde los 11 años"; y a sus 12 hermanos, su esposa Carmen y sus dos hijos.

Dijo considerarse a sí mismo "un político de verdades y de consensos" y recordó, con insistencia, sus orígenes humildes. "Honráis con el título de hijo predilecto a un hombre de larga vida, pero también a un niño de posguerra que conoció los campos de Andalucía cazando pajarillos para llenar la olla", describió, y esta escena de infancia apurada se convirtió en uno de los momentos más comentados del acto durante la recepción posterior que ofrece el Gobierno.

En las conversaciones más distendidas del cóctel, que volvió ayer a los jardines del Palacio de San Telmo tras varios años de mudanza forzosa por obras, las palabras de Guerra compartieron protagonismo con las florituras de las reseñas biográficas de los galardonados que leyó el viceconsejero de la Presidencia, Antonio Lozano. El extremo del Sevilla y de la selección Jesús Navas quedará en la memoria escrita de la Junta como un "artista de cintura sutil y piernas vertiginosas" que "dibuja líneas imposibles en el verde lienzo"; el chef malagueño Dani García, como autor de una cocina "que posee el toque sutil de la fusión de añejos sabores de nuestra gastronomía con las técnicas culinarias más innovadoras"; la bailaora y coreógrafa María Pagés como una artista "de brazos infinitos que en cada actuación ascienden en dulce tempestad hasta el cielo".

Los galardonados no sucumbieron a tanta pompa y se mantuvieron sobrios al ir a recoger las medallas. Un abrazo al presidente, dos besos o apretón de manos a la presidenta del Parlamento y saludo a los familiares, autoridades e invitados que llenaban el patio de butacas del Teatro de la Maestranza. Todo muy formal. El más dicharachero fue precisamente el más veterano, el artista y escritor Ginés Liébana, quien con 90 años correteó como si fuera un niño por el escenario a recoger la medalla y volvió a su asiento con la misma vitalidad. Se echó en falta al único galardonado ausente, el humorista gráfico Juan Ballesta, al que una enfermedad impidió viajar a Sevilla, aunque lo hizo en su nombre su mujer.

Entre los invitados sí que hubo otras ausencias destacadas, como la del expresidente del Gobierno Felipe González que, desde que hace 13 años fue reconocido con el título de hijo predilecto, ha asistido a muchas de las celebraciones del Día de Andalucía. No faltaron los tres expresidentes de la Junta, Rafael Escuredo, José Rodríguez de la Borbolla y Manuel Chaves, que como vicepresidente tercero del Gobierno ejerció también, junto a la ministra de Medio Ambiente, Rosa Aguilar, como representante del Ejecutivo.