Pompa y circunstancias
La modalidad de las óperas en versión de concierto siempre provoca polémicas, pero por suerte o por desgracia es un formato cada vez más extendido y aceptado. Por suerte, porque la ausencia de escena permite el acceso a títulos poco o nada conocidos, ausentes en todo caso de los criterios habituales de programación de los teatros. Por desgracia, porque se pierde una parte sustancial de la ópera que es, claro, el teatro en su expresión natural y escenográfica. En el caso de un título tan maldito como Les Huguenots, de Meyerbeer, habría sido reveladora, por las características de la ópera, una puesta en escena en condiciones, tal y como se hizo en ABAO de Bilbao en 1999, pero entre escucharla en concierto o no escucharla es siempre mejor la primera opción, sobre todo si se cuenta con un reparto vocal tan extraordinario como el que presentó anteayer el teatro Real. Si a ello le añadimos las estupendas prestaciones de orquesta y coros, las más de cuatro horas que dura el espectáculo se pasan como un suspiro.
LES HUGUENOTS
De Meyerbeer. Ópera en concierto. Director: Renato Palumbo. Con Annick Massis, Julianna Di Giacomo, Eric Cutler, Dmitry Ulyanov y Mikeldi Atxalandabaso, entre otros. Sinfónica de Madrid. Coros de la Comunidad de Madrid e Intermezzo. Teatro Real, 23 de febrero
El tema central de Los hugonotes es el conocido episodio de la matanza de la noche de San Bartolomé de 1572, que Patrice Chéreau llevó al cine en La reina Margot. Es un título que pertenece al género de la grand-opéra, con todos los excesos y pomposidad que se quiera, pero llena de hallazgos musicales y teatrales de fuste, aunque también con gran cantidad de altibajos en la tensión dramática y musical. La ópera, de diabólicas dificultades vocales, fue resuelta con gran autoridad por un elenco de cantantes ante los que hay que descubrirse. Desde la elegante y musicalísima línea de canto que desarrollaron la pareja estadounidense formada por la soprano Julianna di Giacomo y el tenor Eric Cutler, pasando por la clase excepcional de la francesa Annick Massis o la potencia expresiva del bajo ruso Dmitri Uliánov, todos se dejaron la piel en esta obra erizada de dificultades por todas las esquinas. También los secundarios se unieron a la fiesta vocal y así un tenor como Mikeldi Atxalandabaso tuvo chispa y empuje figurando por méritos sobrados en la lista de destacados. Como el resto de sus compañeros de aventura.
Renato Palumbo es un director ordenado y preciso, de temperamento fundamentalmente operístico. Sacó un gran rendimiento de la Sinfónica de Madrid. También los dos coros, el habitual del teatro y el de la Comunidad de Madrid, mostraron empaque y determinación. El público, reservado en un principio, acabó entregado a los avatares de una obra resuelta con corazón y cabeza a partes iguales. La entusiasta recepción supone un reconocimiento a los méritos de la programación de un título tan inusual y, por otra parte, tan interesante para conocer de primera mano qué se cocía en la ópera después de Rossini o Weber y antes de Verdi o Wagner.
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