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Columna
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Mediadores

Recuerdo que los primeros intermediarios que conocí fueron aquellas asustadas personas que se encontraban en medio del secuestro de un amigo o familiar, o hacían uno y otro viaje "a la otra parte" para pagar el denominado por ETA "impuesto revolucionario". Eran gentes que se daban de bruces con la dura realidad y actuaban de corazón y con el corazón en la mano. Luego, como los secuestros seguían y seguían, y el impuesto crecía y crecía, comenzaron a aparecer los intermediarios profesionales que hoy mediaban aquí, mañana allí. Nunca supe, en algunos casos, si los elegía ETA o la familia, pero a alguno me lo imaginaba con un letrero en el despacho que pusiera: "Intermediación con ETA. Pase sin llamar". Ya se sabe que entre el corazón y la cartera apenas hay unos gramos de piel de seminvisible separación. Vamos, una cortina rasgada.

Luego conocí a otros intermediarios, crecidos al calor de las finanzas futbolísticas. Surgieron por doquier, como un libro de novela histórica que se precie: es decir, muy gordo, muy gordo, muy gordo y con muchos protagonistas entremezclados. Eran y son inofensivos para el ser humano. Su misión: cazar un talento y con un par de fichajes por este y aquel club, pelotazo que te crió y a vivir que son dos días. Tanto crecieron que, en algún caso, algún club de la Liga española tuvo que pagar a cinco intermediarios por el fichaje de un único jugador. Ya saben; por lo visto, los futbolistas se despedazan y uno intermedia por las piernas, otro por la cabeza, otro por el aparato locomotor...

Pero hay más intermediarios. Los intermediarios políticos profesionales. La presencia de Currin y compañía en el País Vasco para mediar en el llamado, por ellos, conflicto vasco es tan anecdótica como estruendosa, por hueca, extraña y anacrónica. No sé; se me hace difícil imaginar a un niño respondiendo a la pregunta ¿en qué trabaja tu padre?: "Es mediador profesional". Las cartas sobre el llamado, por ellos, conflicto vasco están echadas desde hace mucho tiempo. La resolución tiene un único punto de salida: el abandono definitivo de las armas. Antes de eso no hay nada de que hablar, por principio democrático y porque cuando se ha forzado ese principio la cuerda la ha roto siempre el mismo, en una sucesión de engaños que ahora dificultan la credibilidad de sus nuevas propuestas. No las anulan, pero las dificultan. Decía Pérez Esquivel, premio Nobel de la Paz y mediador también, en otro tiempo, de este asunto, que los mediadores no consiguen nada; solo median y son otros los que deben conseguir un resultado.

En verdad, ¿qué hacen Currin y compañía? ¿Median entre ETA y la denominada izquierda abertzale? ¿Promedian sus mediaciones quedándose en medio de la mitad de la nada? Creo que esto último es lo más razonable, ¿no creen? ¿Que no lo entienden? Pues por eso es lo más razonable en este caso.

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