André Gingras explora el (posible) precio del cuerpo
Planteada como una serie de video retratos dancísticos, la obra del canadiense André Gingras (Toronto, 1966) se yergue como un fresco dinámico y reflexivo tan crudo, áspero y directo como sus imágenes, que a veces parecen sacadas de una accidentada grabación amateur, para después, con un sutil envite de la focalización, llevar al espectador al terreno de la confesión íntima, y hasta del desdoblamiento de los personajes en cuestión.
Cada vídeo dura siete minutos y van discurriendo sin aparente coordinación, una pantalla al lado de la otra. Son tres retratos descarnados: Fouaz Bounechada, un acróbata de circo; François Sagat, un actor porno y Lucie Bertaud, una campeona europea de boxeo amateur. En los tres, aplastantemente reales, el discurso de voz en off empieza con consideraciones acerca del valor del cuerpo, del objeto tratado del artista.
LES COMMERÇANTS
Concepto, coreografía: André Gingras; instalación, vídeo, edición: Oona Spengler; dramaturgia, entrevistas: camilla Kiejman. Teatro Circo Price. Hasta el 13 de febrero.
La frase con que Gingras encabeza el proyecto es todo un manifiesto de intenciones: "¿Cuál es el precio de mercado de la juventud, la belleza y el talento?". Algo más que palabras potentes, una vez ligada a las imágenes, resulta convincente y demoledora, casi se puede prescindir de otras elucubraciones para decir que esta obra conceptual invita a un diálogo reflexivo, de fondo; ataca a las raíces mismas del sistema que sustenta.
Podría decirse que los tres protagonistas son tres perdedores que triunfan individual y domésticamente en el encuadre de la filmación por su deseo de manifestarse, que encuentran una realización virtual y magnífica en ese desvelamiento ante la cámara incisiva de Gingras, carente de otro lirismo que el cuerpo, su gestualidad extrema, su síntesis concluyente de erotismo, energía, calistenia y creatividad.
Fouaz el acróbata entre mortales hacia atrás ralentizados dice: "Un artista gana mucho. Una vez gané 1.500 euros por una semana de trabajo. Normalmente, en tres meses gano entre 3.000 y 5.000 euros".
Fraçois, el actor porno, proclama mientras su poderosa espalda tatuada de atlante se come la lente: "¿En euros o en dólares? Creo que valgo a 800 la hora. Pero creo que merezco mucho más".
Amargura estudiada
Lucie amaga con los puños cerrados y los nudillos blancos de ira: "Un amateur con éxito puede llegar a ser un profesional bien pagado. Si llegas a ser campeón de Europa, puedes llegar a 5.000". Después los discursos se hacen más amargos. No es una trampa de Gingras, sino un antiguo recurso teatral. Un ejemplo: el actor porno concluye: "Prefiero no caer en las emociones (...) Pero me siento muy a gusto solo. El amor es solo una palabra. Es algo que pide mucho esfuerzo".
La combinación entre solo de danza y entrevista periodística provoca una atmósfera de credibilidad muy desnuda. Gingras los escogió porque el cuerpo es su herramienta básica y universal de trabajo, pero evidentemente, por detrás de la plasticidad que puedan ofrecer, está el componente sociopolítico: el valor económico y social del cuerpo humano en liza. ¿Participamos de la explotación de estos cuerpos mientras consumimos las imágenes al mismo tiempo que la distancia de la grabación misma protege al espectador de una respuesta o un compromiso?
En la formación de André Gingras destaca su colaboración como intérprete con el prematuramente desaparecido bailarín y coreógrafo canadiense Christopher Gillis (que fuera estrella de la compañía de Paul Taylor) y de ahí quizá su especial sensibilidad hacia el movimiento, que no resulta accesorio sino protagonista junto al discurso literario mismo. La boxeadora, a manera de estrambote, espeta: "Es tan duro, te duele tanto... que cuando vuelves a la vida real, ya no hay nada que te duela".
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