Una Copa al gusto de los grandes
La federación decidirá el campo por consenso entre Barça y Madrid y no descarta cambiar la fecha
A la Federación Española de Fútbol se le presenta un asunto difícil de gestionar desde el punto de vista deportivo, más que nada porque económicamente le saldrá rentable, como es la final de la Copa del Rey que enfrentará al Barça y al Madrid. A día de hoy se desconoce la sede del partido e incluso no se da por seguro que se vaya a disputar el 20 de abril, tal como está marcado en el calendario desde el verano pasado.
El presidente federativo, Ángel María Villar, anunció ayer que el escenario se decidirá por consenso de los dos clubes la próxima semana, después del amistoso España-Colombia del miércoles. Mestalla, con capacidad para 55.000 espectadores, se presenta como la principal alternativa, sobre todo porque Valencia ha pedido oficialmente ser la anfitriona de la final. Ambos clubes movilizarán a muchos seguidores y, consecuentemente, se necesita un gran estadio y también una buena infraestructura de seguridad.
Albergar un Barça-Madrid supone un excelente impacto mediático y al mismo tiempo obliga a asumir riesgos. Así las cosas no se descarta que la final se pueda celebrar en Madrid, preferentemente en el Calderón, o incluso en el Bernabéu. A más gente, más recaudación. La opción de Sevilla, y especialmente el estadio de La Cartuja, es más compleja porque el partido coincide con la Semana Santa -el día 20 es miércoles santo- y la ciudad andaluza difícilmente podrá absorber a millares de turistas y de aficionados al fútbol.
No está descartado, por otra parte, que se pueda cambiar la fecha por acuerdo de los clubes a tenor del calendario. La final de Copa está programada para cuatro días después del Madrid-Barça de Liga y se sitúa en medio de la Champions: la semana antes se celebran los partidos de vuelta de los cuartos y en la siguiente está prevista la ida de la semifinal.
El bipartidismo que los dos clubes mantienen en los torneos nacionales podría alargarse a la competición europea si superan la ronda de octavos de final. Habrá que atender también los intereses televisivos, que ya se frotan las manos con la perspectiva de otro clásico para la Supercopa española de la próxima temporada.
La sede de la final de Copa no había sido hasta ahora un mayor problema porque un choque como el actual no se daba desde hace 21 años, en 1990 en Mestalla, circunstancia que pudo condicionar el calendario aprobado. Ocurre que la Copa ha dejado de ser una cuestión menor, un torneo a medida de la clase media, para convertirse en una cuestión entre los dos grandes del fútbol, cosa que agradecerá el séptimo clasificado de la Liga, que participará en la próxima Liga Europa, el premio del campeón de Copa.
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