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La Sinfónica de Galicia, barroca por un día

La Orquesta Sinfónica de Galicia (OSG) se convirtió para el noveno concierto de abono de esta temporada en una notable orquesta barroca de cuerda, dirigida por Antonio Florio con su minucioso método de trabajo: sección a sección; movimiento a movimiento; como un artesano del mosaico que labrara tesela a tesela para, reuniéndolas luego, disponer el total de cada obra a interpretar.

Escuchar a Florio -fundador de conjuntos consagrados a la música barroca y uno de sus mayores especialistas- dirigiendo una orquesta con instrumentos modernos -no históricos o reconstruidos- es ver derrumbarse, como faltas de verdadera sustentación, las rígidas opiniones tan habitualmente sustentadas por los fundamentalistas del historicismo.

A la vista del resultado obtenido hay que valorar la idea nacida hace varios años en la OSG de hacer trabajar a la orquesta con directores especializados en cada época y estilo de la música. La orquesta sonó con el brillo y la precisa afinación que nunca alcanzan los instrumentos originales o reconstruidos. Se echó de menos en parte, tan solo, su color orquestal, su timbre. Nada que no pueda remediarse con unos arcos barrocos o de transición barroco-clásicos, perfectamente asequibles incluso en esta época de penuria económica.

Cantando al oído

En programa, dos Salves. La de Pergolesi, para soprano, cuerda y continuo, fue admirablemente interpretada por Roberta Invernizzi. La soprano milanesa tiene una de esas voces que hacen afición: cálida, dulce e incisiva. Y además la hace rodar por todo el siempre difícil ámbito acústico del Palacio de la Ópera, especialmente inapropiado por ambiente para el barroco, con una proyección que hace llegar hasta la nota de su canto emitida más en pianísimo a cada uno de sus rincones, de sus localidades, como si cantara al oído de cada uno de los presentes.

Extraordinaria en la Salve, lució soberbia en cada una de sus intervenciones en el Stabat Mater: por fraseo, intención y estilo. Y más incluso por contraste con la escasísima proyección de la mezzo Daniela Pini, a quien ya en la Salve de Porpora había sido difícil oír, incluso con el mimado acompañamiento que le hizo Florio. El Stabat Mater fue interpretado por éste, Invernizzi y la OSG con Patrizia Varone al órgano, a muy altas cotas musicales, siempre perfectamente ajustadas.

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