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Crónica:RACING 1 - VALENCIA 1 | FÚTBOL | 21ª jornada de Liga
Crónica
Texto informativo con interpretación

Descontento en El Sardinero

Racing y Valencia pagan con un empate insatisfactorio su miedo y su prudencia

Estrenaba dueño el Racing, el empresario indio Ali Syed, que, por fin, se sentaba en el palco, junto a Francisco Pernía, el presidente de la sociedad anónima, y Miguel Ángel Revilla, el de la sociedad cántabra no anónima. El equipo era el mismo. Aún no le ha dado tiempo para apurar un par de fichajes que demuestren el empuje de su presencia. Se habla de unos y otros, pero, mientras tanto, el Racing tira de la frialdad de Kennedy, para gobernar los partidos desde el costado derecho, y la zurda de Adrián, en el otro, para habilitar a tipos más calientes como el argentino Ariel o el argelino Lacen. Es curioso, el Racing, todo corazón, es gobernado por tipos fríos, casi gélidos, que ponen el contrapunto a un equipo compulsivo. Pero el asunto funcionó. Entre otras razones, porque al Valencia, sin nuevos dueños ni más asuntos colaterales de los que ya tiene, le falta personalidad en el campo. O le faltó ayer, incapaz de generar ni una sola ocasión de gol en toda la primera mitad, ahogado en las bandas y obturado por el centro, donde Banega no encontraba ni el sitio ni el tacto y el resto se contagiaba de la rutina que arruinaba al inexistente Aduriz y, sobre todo, borraba del partido a un Valencia tan gris y tan poco sutil que parecía demasiado liviano.

RACING 1 - VALENCIA 1

Racing: Toño; Francis, Henrique, Torrejón, Christian (Cisma, m. 65); Kennedy, Colsa, Lacen, Adrián (Iván Bolado, m. 81); Rosenberg (Arana, m. 65) y Ariel. No utilizados: Mario; Osmar, Pinillos y Arcas .

Valencia: Guaita; Bruno (Miguel, m. 72), Stankevicius, Ricardo Costa, Mathieu; Maduro; Joaquín (Soldado, m. 46), Banega, Tino Costa, Pablo (Chori Domínguez, m. 46); y Aduriz. No utilizados: Saúl; David Navarro, Topal y Alba.

Goles: 1-0. M. 32. Ariel, de cabeza. 1-1. M. 77. Tino Costa, desde el pico del área.

Árbitro: Álvarez Izquierdo. Expulso a Navarro (m. 52), en el banquillo; R. Costa (m. 89) y Lacen (m. 90) y amonestó a Rosenberg, Ariel, T. Costa, Henrique y Stankevicius.

Unos 16.000 espectadores en El Sardinero.

El equipo cántabro empezó voluntarioso y acabó demasiado conservador
Emery tuvo que cambiar todo su guión y 'Chori' Domínguez fue el detonante

No necesitó demasiado el Racing para adelantarse en el marcador. Un saque de esquina sin peligro lo convirtió la defensa valencianista en una acción impagable con un rechace hacia atrás de Tino Costa que Ariel cabeceó jugándose el bigote ante Guaita. Era el premio a la sensatez y el atrevimiento del Racing frente a un Valencia rutinario, como desposeído de argumentos, sin medio campo y asustadizo en todas sus líneas.

El gol fue más casual que elaborado, pero el Racing se antojaba más voluntarioso y atrevido que un rival, si no acomodado, confundido. Era el territorio de Kennedy, que aprovechaba las espaldas del ofensivo Mathieu para generar una sensación de peligro más aparente que real, pero igualmente productiva.

No había ocasiones, pero hubo un gol, lo que obligó a Emery a cambiar de planes y dar entrada a Soldado y Chori Domínguez como si quisiera cambiar de golpe no solo el dibujo, sino también la mentalidad de su equipo en busca de las ganas de ganar.

Al menos recuperó el balón, el dominio, la jerarquía del partido. El Racing dio un paso atrás. O dos, empujado por un Valencia más desesperado que táctico, pero más racional con las posibilidades que le da la plantilla de la que dispone. Chori era un peligro con su sutileza y Aduriz podía caer a las bandas sabiendo que a las espaldas estaba Soldado para lo que fuera oportuno. Y el Valencia se adueñó del partido, pero tenía las uñas cortadas. El Racing era consciente de que su tarea era resistir más que buscar mayores premios a los que podía concursar.

Quedaba la duda de por qué el Valencia apostaba con tan poca carta desde el principio para acabar jugando casi con las cartas descubiertas y un poco a la desesperada. Tan desesperado estaba que el gol del empate llegó en una jugada ensayada en un saque de esquina enviado al pico del área, donde Tino Costa la rompió por la escuadra que defendía un sorprendido Toño. Venía a ser como la justicia de los pobres: sentencias desesperadas en una noche oscura para unos, primero, y para otros, después. Y todos, descontentos.

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