Afrontar el reto de la competitividad
La base científica europea presenta uno de los grados más altos de productividad y excelencia del mundo, pero se centra en las áreas que han recibido el apoyo a largo plazo de las inversiones estatales y europeas, además del influjo positivo de parte de la empresa.
La inversión pública en investigación es fundamental. Tiene un impacto social evidente, desde los avances en la diagnosis y la terapéutica médica, que permiten mejoras en la salud y la calidad de vida, hasta la innovación y el desarrollo de nuevas tecnologías, aspecto esencial para la competitividad futura de Europa.
En pocas palabras, la investigación es la base de la competitividad futura de Europa y, por ende, el papel de las universidades y los centros de investigación asociados es básico. Si estas instituciones prestan la debida atención a la ciencia básica, esto redunda en innovación y nuevos resultados, y sus laboratorios forjan el capital humano necesario para el éxito de las empresas.
Es poco habitual que los nuevos conocimientos tengan aplicaciones prácticas inmediatas
Cabe tener en cuenta que la innovación es un proceso complejo, no un progreso lineal desde la ciencia básica hasta los nuevos productos. Es poco habitual que los nuevos conocimientos, obtenidos gracias a los avances científicos, tengan implicaciones prácticas inmediatas; de hecho, a menudo es un proceso casual.
En 1975 dos científicos de la Universidad de Cambridge, Milstein y Köhler, aislaron y reprodujeron los anticuerpos monoclonales que defienden al organismo de los intrusos. Actualmente los anticuerpos monoclonales representan un tercio de todos los nuevos tratamientos farmacéuticos, y se estima que el mercado de fármacos basados en anticuerpos monoclonales asciende a 32.000 millones de dólares.
El proceso de "descubrir" el ADN recombinante se inició realmente con un incidente: un tubo de ensayo que se rompió, en la década de 1960. Al tomar prestado de un colega un cultivo de otra cepa bacteriana, un investigador descubrió que estas bacterias eran inmunes al virus con las que estaba intentando infectarlas. A partir de ese fenómeno, Arber, entonces un joven investigador de la Universidad de Ginebra, pudo identificar una enzima que corta específicamente el ADN vírico. Por estos trabajos, él y sus colaboradores recibieron el Premio Nobel de Fisiología o Medicina en 1978. Esta herramienta revolucionó las posibilidades de estudiar biología a escala molecular y ha dado lugar a una tecnología cuyo impacto económico actual es enorme.
La investigación de frontera exige paciencia, persistencia e inversiones. Las universidades europeas de investigación tienen la capacidad única de reunir los tres elementos básicos para garantizar la competitividad y el bienestar de Europa a largo plazo: educación superior, investigación e innovación, pero el mundo no espera. China, por ejemplo, está haciendo una apuesta clarísima por la ciencia y la tecnología, invirtiendo fuertemente en sus universidades y centros especializados.
Los rectores de la Liga de Universidades Europeas de Investigación confiamos en que los jefes de Estado y de Gobierno de la UE sean conscientes de la importancia de una inversión adecuada y a largo plazo en investigación básica para la competitividad de Europa y para su sociedad en general. Esperamos que el Consejo Europeo, que se reunirá en Bruselas el 4 de febrero, lo tenga en cuenta en lo referente a la Comunicación de la Comisión Europea sobre la Unión para la Innovación. Esta Comunicación asentará las bases de la futura política de la UE en investigación e innovación. La UE y los Estados miembros deben tener claro que la investigación básica, centrada en la excelencia, requiere un apoyo continuo y creciente.
Suscriben este artículo los rectores de la Liga Europea de Universidades de Investigación: Dymph van den Boom (Universidad de Ámsterdam), Dídac Ramírez i Sarrió (Universidad de Barcelona), Leszek Borysiewicz (Universidad de Cambridge), Timothy O'Shea (Universidad de Edimburgo), Hans-Jochen Schiewer (Universidad Albert Ludwig de Friburgo), Jean-Dominique Vassalli (Universidad de Ginebra), Bernhard Eitel (Universidad Ruprecht Karl de Heidelberg), Thomas Wilhelmsson (Universidad de Helsinki), Paul F. van der Heijden (Universidad de Leiden), Mark Waer (Universidad Católica de Lovaina), Keith O'Nions (Imperial College London), Malcolm Grant (University College London), Per Eriksson (Universidad de Lund), Enrico Decleva (Universidad de Milán), Bernd Huber (Universidad Ludwig Maximilian de Múnich), Andrew Hamilton (Universidad de Óxford), Jean-Charles Pomerol (Universidad Pierre y Marie Curie), Guy Couarraze (Universidad de París-Sur), Harriet Wallberg-Henriksson (Instituto Karolinska), Alain Beretz (Universidad de Estrasburgo), Hans Stoof (Universidad de Utrecht), Andreas Fischer (Universidad de Zúrich)
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