¿Prohibir el tabaco?
Cuando se agotan los argumentos contra la razón y el sentido común que sustentan la nueva y exitosa ley del tabaco tenemos que oír el "mantra" de la prohibición total de la venta de tabaco: Si es tan malo y contiene cancerígenos ¿por qué no lo prohíben? Proponer algo inviable no deja de ser un absurdo. En primer lugar, cuando se prohíbe una sustancia, su consumo sigue siendo amplio, como sucede con la mayor parte de las drogas ilegales.
En segundo lugar, la prohibición crea su propio conjunto de problemas porque tiende a favorecer la actividad delictiva y genera un aumento de los costes de seguridad y policiales. En tercer lugar, es poco probable que la prohibición total sea políticamente aceptable en la mayor parte de los países. Es cierto que Bután lo prohibió en 2006 y que Nueva Zelanda lo planea para 2020 y Finlandia para 2030, pero es improbable que en un país europeo aislado la prohibición funcione porque el tabaco seguiría entrando por tierra mar y aire en cantidades ingentes ocasionando enfermedades con el agravante de haber perdido parte de los recursos para atenderlas (los impuestos especiales).
El tabaco no se prohibió porque sus efectos nocivos se admitieron de forma universal casi un siglo después de que fuera un producto legal de amplia difusión, cuando ya había millones de consumidores en todo el mundo y el daño ya estaba hecho debido a su fuerte poder adictivo. Sin embargo, con la información científica disponible actualmente sobre sus efectos nocivos, ningún país democrático autorizaría de novo la comercialización para el consumo humano de un producto como el tabaco.
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