"Soy un currante, de pequeñito era muy 'cararrota"
Lucas Figueroa nació en Buenos Aires durante el Mundial de fútbol de 1978. Un tipo peculiar porque, con esos antecedentes, no es fanático de ningún equipo. Pero cuando ideó su corto Porque hay cosas que nunca se olvidan (una historia de 13 minutos con cuatro niños, un balón, una señora mayor y una venganza) tuvo claro que quería en el reparto a Fabio Cannavaro. "Me planté en el Liceo italiano [de Madrid], donde supuse que llevaría a sus hijos. Hice guardia una semana... hasta que apareció su esposa", cuenta ante una exquisita mozzarella a compartir. Figueroa suplicó a la señora: "Le saco medio minuto, dele esto a su marido". Esto era un kit con una carta, el guión y sus dos cortos previos.
Su cortometraje con Cannavaro tiene 278 premios y un hueco en el Guinness
Bingo. El representante del futbolista le llamó. Y comenzó una historia con final feliz. Cannavaro aceptó (y el Real Madrid también). No era fácil. "En ese tiempo, él ganó el Balón de Oro y el Mundial con Italia". Resultó un presagio excelente. El cortometraje ha conseguido tantísimos premios en festivales de todo el mundo, 278 exactamente, que ha entrado en el Guinness de los récords. Explica que presentarse fue idea de alguien de la distribuidora, Promofest.
Miles de internautas lo vieron en Internet tras el anuncio de que le daban el galardón. No lo subió Figueroa. ¿Un pirata acaso? "Quizá es una bellísima persona que este fin de semana tuvo 75.000 visitas. Llega un punto en que no puedes controlar".
Este hispano-argentino hijo de emigrantes -ella de Almería, él de Vigo-, marido de una estadounidense y padre de una madrileña de dos años eligió este restaurante porque está en la Latina, su barrio desde que llegó a Madrid hace una década larga. Y porque tienen una milanesa napolitana que le entusiasma. "Es mi plato favorito". Y porque Cannavaro es de Nápoles, donde está ambientado este corto. Figueroa no da puntada sin hilo. "Si soy algo, es un currante, perseverante", asegura. Con el entrante había admitido: "Yo era muy cararrota de pequeñito". La cara dura combinada con la suerte funcionó. Aún en Argentina, llamó a la secretaria del presidente de su empresa y le pidió que le pasara con él para plantearle un asunto personal. Bingo. Ella le puso con el jefazo. "Quería su consejo y si me puede echar un cable", le dijo. Y él se lo echó.
Porque..., preseleccionada a los Oscar y nominada a los Goya, está hecha "muy a pulmón, tirando de favores", recalca. Costó 100.000 dólares (73.000 euros) y, como sus anteriores cortos, ha dado beneficios, que invirtió en promoción. Se gana la vida haciendo spots publicitarios. Rueda cortos como tarjeta de presentación sin desmerecer el formato. "Es un paso hacia el largo, una muestra de lo que me gustaría hacer". El corto le ha servido para que una agencia estadounidense le llamara. Hace un año vuela a Los Ángeles una vez al mes. Tiene tres proyectos entre manos, un mánager y un agente. Es cauto, no echa las campanas al vuelo. "Esta industria es muy voluble, estás al borde de tenerlo todo y a punto de no tener nada".
Aunque madruga, se pide un cortado. Asegura que cada día está en marcha a las 6.30. Para volver a casa a una hora razonable y bañar a su niña.
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