Flamenco con acento del foro
Paco del Pozo prepara un espectáculo sobre piezas de temática madrileña
Puro Madrid. En las inmediaciones siempre bulliciosas de la Puerta del Sol, justo antes de la hora de comer, Mickey y Minnie Mouse se ganan unas perras fotografiándose con el turisteo guiri, las parejas juran amor eterno al abrigo del madroño y dos patinadores están en un tris de abrirse la cabeza ante la mirada atónita de la tercera edad. Y en medio de todo este guirigay, el cantaor Paco del Pozo esboza unas palmas por bulerías para deleite de la concurrencia. Joven, menudo y de ojos vivarachos, no parece encajar en el arquetipo flamenco: vive en San Sebastián de los Reyes, luce arete en el lóbulo izquierdo e incluso ha llegado puntual a la cita. Pero cuenta con todos los galones para elevar la voz por derecho. Ahí donde le ven, es el único madrileño que atesora la Lámpara Minera en el Festival del Cante de las Minas de La Unión (Murcia), algo así como el Oscar del cante jondo.
Madrileño, payo y sin antecedentes artísticos familiares, Del Pozo llevaba "cinco o seis años" pensando en la "obligación moral" de homenajear a la gran ciudad que le ha visto crecer como músico. La misma donde levantó el patio de butacas del Colegio de Médicos en la última entrega del ciclo Flamenco Pa Tós. El resultado es un espectáculo temático sobre cantes vinculados con la capital, Flamenco en la corte, que conocerá su estreno esta próxima primavera en el Festival Summa Flamenca antes de salir de gira por todo el país.
"Igual estoy dándole a Madrid más de lo que Madrid me ha dado a mí", reflexiona ante un café tardío (porque Paco al menos conserva la saludable tradición flamenca de no madrugar). Y se explaya: "En ocasiones me he sentido desamparado por esta ciudad y sus instituciones, empezando por el Gobierno regional. Soy el único madrileño con la Lámpara, pero hace solo unos meses me denegaron una gira muy económica por la red de teatros de la Comunidad de Madrid".
Su Flamenco en la corte, un título que le regaló su amigo y periodista David Calzado, puede servirle como punto de inflexión en el currículo. Él mismo, el productor José Manuel Gamboa y el coleccionista Carlos Martín -que atesora miles de cilindros y discos de pizarra en su piso de Argüelles- llevan varios meses buceando entre cantes vinculados a la metrópoli. Los resultados son espectaculares: Pepe de la Matrona cantándole por tangos a la Virgen de la Paloma, El Mimi creando una soleá como solo él sabía, el cante por caracolas de las cantiñas gaditanas ("Cómo reluce la calle Alcalá / cuando suben y bajan los andaluces") o la herencia casi ignota del grandioso El Chato de Vicálvaro, del que existen testimonios fonográficos con casi un siglo de antigüedad. "Venía escuchándolo en el Cercanías, con el iPod, y se me ponía el pelo de punta", refiere Del Pozo.
¿Un flamenco con cachivache digital? Desde luego, y con muchos gigas de memoria. Extrae el ingenio electrónico de la funda y su lista de reproducción se antoja inclasificable: incluye toneladas de flamenco, desde luego, pero también a Mendelssohn, Mozart, Van Morrison, Manolo García, los mexicanos Maná o "el número uno de la música contemporánea", Astor Piazzolla.
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