Doctor Athletic y mister Muniain
Los de Caparrós ganan al Hércules con sus armas tradicionales y el apoyo de su delantero
Para bien y para mal, hay dos Athletic: uno, el mayoritario, es previsible; no hacen falta muchos vídeos para quedarse con su cara. Por ejemplo, el del primer gol: un saque de esquina, jugada previsible, y remate de cabeza de... no, no, no de Fernando Llorente, el esperado, sino de Javi Martínez, el futbolista que mejor aprovecha la obsesión de los defensas por resguardarse del delantero riojano. Así, jugando al despiste, lleva ya cuatro goles marcados en cuatro partidos. Él se pone por detrás, como un Juan sin Miedo, mientras los defensores rivales aletean alrededor de Llorente, sobre el que les ha aleccionado el entrenador. Y llega Martínez y un día la mete con la coronilla, otra con el flequillo, orientado, otras, como ayer, girando lo justo el cuello, para ponerla lejos del portero. Javi Martínez es ese tipo con llegada, con tanta potencia al que es tan difícil sobrepasar como prevenir. Y si Llorente está amargado por dos o tres futbolistas significa que Javi Martínez tiene el cuarto de estar vacío. Ese es el Athletic previsible, centro y gol, salvo para los que se obsesionan con Llorente y se olvidan de todos los demás, como si no existieran, como si solo fueran maratonianos que corren por correr.
ATHLETIC 3 - HÉRCULES 0
Athletic: Iraizoz; Iraola, San José, Ekiza, Koikili; David López, Gurpegi (Orbaiz, m. 45), Javi Martinez, Muniain (Gabilondo, m. 76); Toquero y Llorente (Díaz de Cerio, m. 69). No utilizados: Raúl; Ustaritz, De Marcos y Susaeta.
Hércules: Calatayud; Cortés, Paz (Rodríguez, m. 60), Pamarot, Peña; Rufete, Fritzler (Cristian, m. 60), Aguilar, Tiago Gomes (Portillo, m. 72); Valdez y Trezeguet. No utilizados: Alba; Tote, Sendoa y Kiko.
Goles: 1-0. M. 5. Saque de esquina de David López que cabecea Javi Martínez. 2-0. M. 59. Centro de Iraola y cabezazo de Llorente. 3-0. M. 63. Muniain.
Árbitro: Undiano Mallenco. Amonestó a Cortés, Fritzler, Rufete, San José, Iraola, Koikili y Portillo
Unos 35.000 espectadores en San Mamés.
San Mamés siempre espera que el pequeño invente algo que rompa a la defensa
Y hay un Athletic imprevisible. Ese aparece cada vez que Muniain, el contrapunto, recoge el balón en los pies y comienza a inventar. A veces le explota el ingenio en los pies, pero generalmente en San Mamés se espera que descubra un electrodoméstico para descorchar a la defensa rival. Es el otro Athletic, el imprevisible, el que rebusca en la inventiva de Muniain o en la bota sutil de David López a balón parado. Son los dos Athletic, el que gobierna, por actitud, Caparrós, y el que depende de los jugadores.
En esa incógnita se movió el Hércules sin saber para donde tirar, si por explotar su punto defensivo, que le valía para maniatar a un desangelado Llorente, y un Toquero infatigable (su cabezazo al larguero, en la segunda mitad, fue memorable), o entregarse sin miedo a la ambición del gol.
Le costó resolver sus dudas. Le costó un mundo reajustarse, releer el partido, intentarlo, más a empujones que con criterio. Con Tiago superado por Javi Martínez, y Valdez, su mejor futbolista, encargado de perseguir a Iraola, el Hércules parecía más acomplejado de lo que previsiblemente la ocasión exigía. Era un equipo asustado, sobre todo con el gol de Javi Martínez que, sin duda, no estaba en la pizarra de Esteban Vigo. Nadie cree que te van a hacer un gol a los cinco minutos en un saque de esquina.
Solo al final de la primera mitad reaccionó el Hércules, cuando el Athletic se dedicaba a contar los segundos del reloj y a rebajar las pulsaciones del partido, como si San Mamés fuera un spa para descanso de guerreros. Ni eso aprovechó el Hércules, esos momentos tontos del Athletic que le hacen pensar a la parroquia de la catedral que un gol quizás no sea suficiente.
Algo dijo Esteban Vigo en el descanso que consiguió que su equipo, al menos, se asomara a la Tribuna Sur de San Mamés donde Iraizoz veía la tele aterido de frío, pero tranquilo. Y lo intentó Valdez, pero necesitó un autopase para hacer peligro. Todo un síntoma.
Y en ese chill out que ponía música a una noche de frío, llegó Llorente y pegó un repique de batería tras un centro de Iraola, harto de subir la banda, a pesar de haber jugado todos los minutos de todos los partidos. Llorente es un solista. Cuando cogió el micrófono, por vez primera, cantó. Y entonó, bajo la atenta mirada de la defensa del Hércules. Era el segundo gol de cabeza que encajaba el Hércules, uno a balón parado, otro en carrera, con idéntico final. Era el Athletic previsible, el que juega así y le sale una y otra vez, aunque todo el mundo piense que sabe a lo que juega. Pero hay otro Athletic, el de Muniain, que le robó la cartera a la defensa y se la dejó en la red con un toque sutil. Este chico tiene mucho peligro. Es Mr. Hyde.
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