El político que siempre mantiene la distancia
Aníbal Cavaco Silva (Loulé, 1939) ha hecho una campaña electoral con un dilema a cuestas: dónde empieza el candidato y termina el presidente (en funciones), y viceversa. La estampa, el talante, la mirada, los discursos, los silencios, la pompa, transmiten distancia. Distancia incluso de quienes van a escuchar a su candidato en un mitin, o tratan de rozar su mano en la calle. Cavaco Silva no es un político carismático y él lo sabe.
Desde los días de la precampaña, el presidente candidato se ha colocado un peldaño por encima del resto de adversarios, para marcar distancia. Su discurso ha tenido una constante: Portugal vive tiempos difíciles, agarrotado por el endeudamiento y el desempleo y, sobre todo, por la desconfianza de los mercados. En estos tiempos de incertidumbre, dice Cavaco, el país necesita un presidente que esté preparado para tomar decisiones difíciles. "Soy un hombre que estudia rigurosamente los asuntos, con sentido de Estado", dijo en un acto electoral en Coimbra. A menudo, utiliza un tono casi profesoral, propio del catedrático de Economía, para demostrar a su auditorio que nadie como él sabe los pasos que debe dar el país ante la voracidad de los tiburones de las finanzas.
Al romanticismo poético de su principal adversario, el socialista Manuel Alegre, que apela a su trayectoria de luchador por la democracia, Cavaco ha opuesto durante la campaña el cartesianismo de los números del experto. Desde el pedestal de quien ocupa la jefatura del Estado en funciones, aparece de repente el candidato, que advierte y lanza amenazas veladas. Cavaco pertenece al conservador Partido Social Demócrata (PSD), principal grupo de oposición al Gobierno socialista de José Sócrates. Un día dice que el país está al borde de una crisis política, otro día señala que no tiene en mente lanzar "la bomba atómica" (disolver el Parlamento para convocar elecciones anticipadas), y otro más, afirma que el país no está en condiciones de soportar el coste económico de dos semanas más de campaña electoral para una segunda vuelta, por lo que los portugueses tienen que darle hoy más del 50% de los votos. Para ahorrar.
En campaña, Cavaco se hace eco de aquellos que tienen algún motivo para protestar o reclamar, profesores de escuelas privadas, vecinos que protestan contra el cierre de un ferrocarril, estudiantes inquietos por su futuro... A todos escucha y dice entender, como si se tratara de un dirigente político que siempre ha estado alejado del poder. Pero resulta que el economista Cavaco Silva ha ocupado cargos públicos desde 1980.
Pocos dudan de su sólida formación. Pero la campaña ha acentuado otra duda que planea sobre la personalidad del presidente-candidato: la falta de transparencia. La callada por respuesta o la negativa a aclarar la compra de acciones del Banco Portugués de Negócios (envuelto en un escándalo mayúsculo) en condiciones preferenciales, o la pérdida de memoria a la hora de declarar sobre la escritura de compra de su casa de vacaciones en el Algarve, han servido para que aumenten las voces que sostienen que Cavaco Silva no está libre de toda sospecha.
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