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Columna
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Los debates imposibles

Como era previsible, el año político ha comenzado bajo el síndrome electoral y así parece que se prolongará hasta la próxima cita con las urnas, en mayo. No es, pues, el mejor momento para el discurso reflexivo, veraz y sin estridencias, que por cierto tampoco ha sido una práctica habitual por estos pagos desde que el Gobierno del PP, con Francisco Camps a la cabeza, se ha visto abrumado por los escándalos y las asechanzas judiciales. En tal tesitura, y como es sabido, cuando ha sido acuciado por las preguntas inquisitivas de la oposición o de los medios informativos, ha optado por recluirse en la ambigüedad o eludirlas, simplemente, dando la callada por respuesta, aunque ello provocase reiterados correctivos de los tribunales para que se facilitase la información requerida.

Este recordatorio de la opacidad con que se blindan nuestros gobernantes autonómicos viene a cuento de la propuesta que esta semana ha formulado la portavoz del comité electoral del PP, Carmen Ninet, instando la confrontación personal de los principales candidatos con los electores y entre ellos mismos mediante debates televisados por los entes públicos. Gran oportunidad para RTVV antes de cerrar por siniestro financiero total. Como ya puede adivinar el lector, se trata de un brindis al sol porque sería prodigioso que este envite prosperase. En primer lugar, porque no parece lógico que los populares aceptasen ahora riesgos que han orillado a lo largo de la legislatura, tanto más cuando hay un buen fardo de cuestiones -decimos de las corrupciones y corruptelas- que únicamente podrían responder coherentemente con la penitencia, la mortificación o la cárcel. Y, en segundo lugar, porque no necesitan chupar más pantalla puesto que disponen de Canal 9 a su gusto y capricho en detrimento olímpico e impune de sus adversarios y no digamos de la democracia, que en este apartado -como en otros- siempre se han ciscado.

No obstante, se nos antoja pertinente la iniciativa de la citada portavoz, que acaso ha pensado poner en un brete al partido que gobierna, tal como se puede inferir de la respuesta recibida del consejero Rafael Blasco. Por lo que se nos alcanza, éste no acepta ni descarta con claridad el eventual debate entre los líderes de los dos principales partidos y, aprovechando la oportunidad, le administra unas collejas despectivas al dirigente socialista Jorge Alarte, de quien viene a decir que no da la talla. Buena manera de propiciar el diálogo. Pero no hay caso porque no habrá encuentro y, de producirse, estaría tan pactado que no pasaría de ser un paripé. Aún así, y a nuestro juicio, debería celebrarse siquiera fuera para que muchos ciudadanos se percatasen, por si no habían reparado en ello, de la enjundia o mediocridad de los contrincantes, en quienes posiblemente han depositado su confianza.

Hemos aludido más arriba al déficit democrático del Gobierno y no sería justo que obviásemos la arbitrariedad con que la dirección del PSPV ha procedido confeccionar su candidatura municipal. Mero reparto de puestos entre familias y cabilas. No obstante, y a favor del partido, se debe mencionar la protesta de la militancia, desentendiéndose de la votación, así como de un cualificado grupo que la expresó estos días pasados en estas páginas. En el PP valenciano, a pesar de los desmanes cometidos, nunca que sepamos se ha oído una voz discrepante o visto un gesto moral condenatorio. No es, ni mucho menos, una diferencia banal.

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