En la Red pasea el profeta
Hay puestos de trabajo vacantes, pero ¿dónde están? Su característica primordial radica en que no han existido antes y todos se relacionan con un conocimiento mayor, justo cuando los presupuestos universitarios se acortan y los profesores siguen recomendando El lazarillo de Tormes.
La revista Time (17-1-2011) publica dos reportajes, uno largo y otro corto, sobre el trabajo que nace y el que desaparece dentro de esta crisis. Estados Unidos no ha logrado rebajar su pérdida de ocho millones de empleos, pero no lo ha conseguido, en buena parte, por el empeño en recuperar ocupaciones semejantes a las que se desvanecieron para siempre. Brotarán acaso a miles de kilómetros, entre la clase media china, india o brasileña con sueldos mucho más bajos a los que recibieron norteamericanos o europeos, pero ya nunca aquí.
Internet es hoy el nuevo cerebro apto para vislumbrar enfermedades nuevas y tratarlas bien
Lo más significativo y pernicioso del combate contra la gran crisis es que quienes deciden los supuestos remedios son gentes del pasado y el pasado no forma hoy parte de la solución sino de la perdición. Si gentes como Einstein (teoría de la relatividad), Arno Penzias (Wikipedia) o James Watson y Francis Crick (ADN) no se hubieran cuestionado el statu quo, las respuestas del sistema habrían sido tan inútiles como, en su bóveda, las del Fondo Monetario Internacional. En lugar de mirar y mirar esta crisis como a un grave enfermo y administrarle antipiréticos y analgésicos para neutralizar los síntomas, los innovadores hurgan en el núcleo del mal y tratan de buscarle las vueltas.
Día a día se echa de menos no los nuevos miles de millones de euros que los bancos centrales arrojan para apagar la hoguera, sino su lucidez. Obcecados en repetir la misma acción curativa, descuidan cuestionarse la acaso inédita naturaleza de la enfermedad y los raros medicamentos que quizá requiera. La Red es hoy el nuevo cerebro apto para vislumbrar enfermedades nuevas y tratarlas bien. Un cerebro tan dotado que como copiaré de la revista Telos (octubre-diciembre de 2009), constituye un tremendo error no aprovecharlo: "Se estima -dice Pérez Subías en Telos- que el cerebro tiene alrededor de 100.000 millones de neuronas, cada una de ellas con 15.000 conexiones (sinapsis) con otras neuronas. Internet, cuantificable por las dimensiones de los equipos conectados (1.200 millones de PC, 27 millones de servidores, 220 millones de reproductores MP3, 44 millones de webcams, 3.500 millones de teléfonos móviles, unos 85 millones de PDA) más su volumen de hiperenlaces ..." es un gigante al que merece la pena oír.
Puede tenerse la burda idea de que se trata de una máquina enganchando millones de paletos, pero cualquiera del mundo digital pensará así. Nuestro cerebro tiene grabados algunos principios que la Red todavía no ha desarrollado, pero ¿quién duda de que los está desarrollando e incluso enriqueciendo? La anticipación del miedo y sus devastadores efectos globales, los problemas que preocupan o movilizan a las gentes, los deseos íntimos alrededor de la felicidad son cuestiones que navegan en el ciberespacio.
El tiempo del gobierno y la gran autoridad piramidal ha concluido y el cerebro que los embalsamadores sacaban por las narices de los faraones, también. Internet es, sin embargo, todo menos una momia, no para e inventa sin cesar.
Grandes poetas como el argentino Hugo Mujica (1942) dijeron: "Esperar la creación es custodiar / la ausencia. / Invitarla, / como la mano del mendigo a la dádiva". Pero ya está bien de pordiosear. Estos versos de Lo naciente se juntan a otros sobre el proceso creador pero se trata, efectivamente, de un criterio y un lenguaje lentos. Y no hay que esperar y esperar al modo de las lánguidas reformas económicas o el irritante ambular de las cajas de ahorro.
Dos cuestiones apremian: 1) formular nuevas preguntas radicales que confieran proyecto e ilusión a un mundo más interconectado que nunca. Y, 2) hacer uso continuo de la capacidad de ese supercerebro colectivo que tanto por edad como por complejidad mental será especialmente más apto para reinterpretar el mundo. Otro mundo es posible. Y en la Red pasea su profeta. Su clave y su modelo, también.
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