Marina Núñez
El sujeto moderno nació despertando recelos. Apenas diseñado como yo racional que debía someter las pasiones y apetencias del otro yo, el empírico, un devoto pensador prusiano, Johann Georg Hamann reclamaba los derechos del hombre entero: no inmoles al noble sum en el altar del cogito. Dos siglos no han bastado para asimilar el dictum de Hamann. Seguimos, como Atlas, cargando con un confuso armazón de normas, oscuras creencias, presuntos ideales, rígidas escalas de valores. Así lo sugieren unos vídeos recientes de Marina Núñez: una chica desnuda intenta sin cesar levantarse, pero una extraña columna (formas geométricas, rostros vacíos como máscaras) oprime su cabeza contra el suelo.
Marina Núñez
Galería Isabel Hurley
Paseo de Reding, 39, bajo. Málaga
Hasta el 5 de febrero
Junto a los vídeos, unas grandes impresiones digitales hacen pensar en otras trampas de la identidad moderna. Son paisajes calcinados en cuyo centro reposa una mujer: "En su cuerpo desnudo crecen extraños perfiles: como si una fuerza geológica alentara en su interior, la piel y los músculos se pliegan y en los deformes relieves vuelven a brotar los árboles y a despuntar, verdes, las plantas". Estos cuerpos-paisajes parecen un canto a la especie, a esta especie natural que somos los animales humanos. Empeñados en dominar la naturaleza (queremos someterla hasta en nuestro propio interior, silenciando a las pasiones), ésta vuelve a rebrotar en nosotros, mostrando así su vigor y nuestra pertenencia a ella.
La muestra incorpora seis dibujos, trazados con la computadora: "Son rostros que completan esta reflexión sobre la identidad porque de algún modo señalan las consecuencias de someterse al hechizo de una pretendida racionalidad o de insistir en el olvido de nuestra condición natural". Dos de esos rostros se diseminan en otros surgidos de los ojos o la boca; otros dos se deshacen para condensarse enseguida en uno nuevo sin que quede claro cuál gobierna a cuál; los dos restantes carecen sencillamente de facciones: se deshacen en no se sabe qué impulso. El problema que centra la muestra no es nuevo, pero las obras conforman un sugerente contexto: el de la belleza. Dibujos, filmes e infografías componen un mapa capaz de hacer soñar al deseo y ¿quién si no éste podrá curar tanta identidad enferma?
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