Haití intenta volver a vivir sin miedo
Miles de personas se congregan en ceremonias religiosas entre los escombros de Puerto Príncipe para honrar a las víctimas del terremoto de hace un año
Herosia jura por Nuestra Señora de la Asunción que Brunny, el mejor de sus cinco hijos, paró de crecer el 12 de enero de 2010, a las 16.53 horas. "Tiene cuatro años y míralo, parece de tres. No ha crecido ni un centímetro desde el día del terremoto", dice, pegando el cuerpo del niño contra su propia pierna para tomarla como medida de desarrollo. La patología de Brunny, asegura, no está asociada a ninguna herida física causada por el sismo. "No recibió ningún golpe el día de la tragedia. Si el niño no crece es porque aún tiene miedo". Lo que ha ido a pedirle Herosia a los santos, durante la misa que se celebró ayer por la mañana frente a las ruinas de la catedral de Nôtre Dame, en honor a las víctimas del terremoto, es que su hijo ya no sienta miedo.
La gente acude a lo que queda de la catedral con su ropa de domingo
El Gobierno eleva a 316.000 el recuento de las víctimas mortales del seísmo
"Desde el seísmo mi hijo no ha crecido ni un centímetro", dice Herosia
Un mural en el cementerio critica la corrupción de los gobernantes
Sentados sobre los escombros de la iglesia, vestidos con la ropa de ir a misa los domingos, más de un haitiano habrá pedido al cielo que le concediera el mismo milagro que a Brunny para su propia vida. "Hay gente que cree que a las 16.53 de esta tarde puede temblar otra vez y por eso es que nadie quiere estar a esa hora bajo techo. Eso no va a pasar, pero podemos entender la debilidad de la gente. Todos hemos quedado enfermos después de esta tragedia", dice Shiler Saint-Eloy.
Shiler es artista plástico. Sus cuadros se venden a buen precio en las galerías de Santo Domingo y ha sido suya la idea de levantar un mural sobre la fosa común del cementerio principal de Puerto Príncipe, donde están enterradas miles de víctimas del terremoto. En el marco inferior de la pintura hay escombros, niños aplastados por bloques de hormigón, llantas incendiadas, un ataúd. Sobre esa imagen hay un hombre de traje y corbata rodeado de dólares, contando los billetes. A su espalda, se asoman 18 cabezas sin rostro definido. "El del centro es el presidente de Haití (René Preval) y los que están alrededor son los candidatos que buscan sustituirlo. Lo que simboliza esta parte del mural es que todos los que llegan al Gobierno solo se preocupan por su interés personal", explica Shiler. Otros cinco artistas plásticos han participado en el proyecto, financiados por Joshua Meadow, un joven norteamericano de 22 años, estudiante de la escuela de cine Oberlin en Ohio, que ha querido hacer algo para honrar las vidas arrasadas por el desastre.
¿Cuántos hay en esa fosa del cementerio de Puerto Príncipe? ¿5.000? ¿10.000? En las afueras de la capital, en Titayen, hay unos 206.000 cuerpos enterrados, a los que el martes el presidente haitiano fue a rendir honores. El inspector del cementerio, Auguste Alexandrix, conoce sólo una unidad de medida para calcular cuántos cuerpos hay allí: "50 camiones repletos fueron descargados en este lugar el año pasado". Nadie sabe el número exacto. Pero, ayer, el Gobierno haitiano elevó el recuento final de las víctimas mortales del seísmo hasta 316.000, muy por encima de las 220.000 que barajan las Naciones Unidas.
Nicole Pierre se ha acercado a ver a los artistas trabajar, hasta dar la última pincelada, justo a las 16:53 horas. Mientras los observa, reza, como lo hacen los cientos de haitianos que han visitado ayer el cementerio. "Justo aquí debajo están mi Junette, mi Johanna, mi Edison, mi Marie-Hélène", dice, sentada en un bloque, sobre la enorme placa de cemento. Son su tía, sus primos, su cuñada, que murieron todos en el número 4 de la Rue Lamivalle del barrio Carrefour Feuille. ¿Cómo sabe que están todos allí dentro y no enterrados en las fosas comunes de Saint-Christophe, en Titanyen? Porque ella, junto a su familia, cargó los cuerpos de todos el 12 de enero del año pasado y vino hasta aquí para lanzarlos al foso. Se consuela pensando que ella al menos tiene una tumba adonde ir a rezar.
Los miles que no tienen lápida ni cruz que visitar se han reunido en los templos o han salido en procesión por Puerto Príncipe. "Señor, mi señor, tu amor está con nosotros", cantaban los católicos en la catedral de Nôtre Dame. Los evangélicos fueron tras la palabra de Dios convertida en letra de kompa (mezcla de reggae, soka y salsa), elevada al cielo por los altavoces de un camión que iba reclutando fieles por cada calle. Los practicantes del vudú le ofrendaron ron, tabaco y comida a las tumbas del Baron y de Madame Briggitte, en el cementerio principal. Todos pidieron salud, trabajo y una tregua para su golpeado trozo de isla. Todos cantaron, todos rezaron.
A la hora exacta, las 16.53, estaba previsto callar los cantos y unirse todos en un minuto de silencio para recordar el instante en que comenzó este último año de temblores, ciclones, epidemias y elecciones presidenciales plagadas de dudas. Un año que ha sido casi tan largo como los 38 segundos que duró el terremoto del 12 de enero de 2010.
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