Terror contra los coptos
La tensión entre las diversas confesiones religiosas en Egipto ha aumentado tras el atentado contra una iglesia copta el primer día del nuevo año en Alejandría. Más de una veintena de fieles perdieron la vida a manos de un terrorista suicida. En las posteriores protestas contra el atentado, hubo violentos enfrentamientos entre los manifestantes coptos y la policía, además de incidentes con otros egipcios de credo musulmán.
No es la primera vez que la minoría cristiana sufre un atentado, ni en Egipto ni en otros países de la región. En este caso los terroristas han escogido el momento y el lugar con la mirada puesta en el grave deterioro político que experimenta el país. Hosni Mubarak está acentuando los rasgos autoritarios del régimen egipcio. Las elecciones del pasado noviembre significaron un paso atrás en la apertura democrática, utilizando a los islamistas como excusa. Cerrando el paso mediante argucias a aquellos que optan por la vía de las urnas, se refuerza la posición de quienes, como los yihadistas, defienden que no hay otro camino que el de la violencia.
Los terroristas pretenden forzar una interpretación de la realidad en la que solo existen dos campos, el suyo y el de quienes llaman "los cruzados". El atentado de Alejandría pretendió convalidar con sangre esta siniestra fantasía, confiando en que, como ha sucedido, desencadene la hostilidad entre fieles de distintos credos. El poder político tiene el deber de proteger a las víctimas con independencia de su fe religiosa y el problema es que ese poder está cada vez más desacreditado.
Como en otras masacres perpetradas por los yihadistas en los últimos tiempos, lo que está en juego en Egipto es la libertad religiosa. Los coptos de Egipto son un objetivo rentable en sus cálculos monstruosos. No solo porque, al ser cristianos, los contabilizan entre "los cruzados", sino también porque Egipto se adentra en la dictadura.
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