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Columna
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Otro timo de la estampita

Joaquín Estefanía

Los republicanos estadounidenses, con muchas ganas de revancha y reciente mayoría en la Cámara de Representantes, se aprestan a iniciar una nueva revolución que revise el papel del Estado en la economía. Después de que los grandes bancos, sectores industriales y de servicios, y empresas necesitasen su apoyo para sobrevivir, levantan las banderas del riesgo moral y de que cada palo aguante su vela. De nuevo, el timo de la estampita. Una vez más, la farsa de la "eficiencia de los mercados", la "racionalidad de los inversores y los consumidores" como teoría económica dominante, ese mundo platónico de eficiencia perfecta que sólo existe en su ideología.

La realidad son mercados incompletos, información asimétrica, competencia imperfecta. ¿Quiénes han sido los responsables últimos de la Gran Recesión? Cuando algo va mal, el primer instinto es buscar chivos expiatorios: los banqueros, los fondos de alto riesgo, los mercados, los banqueros centrales, los organismos reguladores, etcétera. Solo se vuelve la vista a las ideas-fuerza que estos manejaron cuando resulta evidente que eran falsas: banqueros que confiaban en sistemas de gestión del riesgo que aparentaban su solidez; inversores que asentían sin fisuras a lo que decían los presuntos expertos, reguladores que creían ser capaces de resistir a la globalización de las finanzas, etc. La responsabilidad primera de la crisis está en el conjunto de ideas dominantes desde los años ochenta, que llegaron a la opinión pública mezcladas con la política, la ideología, los intereses creados: la desregulación financiera que llevó a la explosión del crédito, que a su vez ha desembocado en la escasez del mismo; una innovación opaca, extrema e inentendible; el sistema financiero como amo y no como servidor de la producción; la inflación como principal meta (aunque la inflación estable no evitó la burbuja de activos); la política monetaria como suficiente en sí misma para asegurar la estabilidad macroeconómica; presupuestos equilibrados (incluso con bajos tipos de interés) en sociedades con escaso crecimiento o con necesidades básicas sin cubrir, etcétera.

La responsabilidad última de la crisis es de las ideas económicas que la sustentaron

Mientras remontan los viejos y desgastados códigos económicos, EE UU comienza a ver los primeros resultados de las políticas keynesianas de estímulo aprobadas por la Administración Obama: parece cerrada la posibilidad de una segunda recesión tras cinco trimestres consecutivos de crecimiento, aumenta el consumo de las familias y comienza la recuperación del empleo, aunque la historia muestra que una elevada tasa de paro puede prolongarse durante muchos años. Ben Bernanke, el presidente de la Reserva Federal, compareció la pasada semana en el Comité Presupuestario del Senado y dijo que las dos principales debilidades de la economía americana son el déficit público y el paro. Sobre el primero defendió su reducción a largo plazo, pero no de una manera brusca o rápida que comprometa la todavía frágil recuperación. Respecto al desempleo anunció que volver a la normalidad (una tasa del 4,9% de la población activa antes de la recesión) costará al menos cuatro años. Desde que se inició la crisis, EE UU ha perdido ocho millones de puestos de trabajo, de los que 1,3 millones se recuperaron durante 2010. Ahora, la tasa del paro es del 9,4%.

La primera prueba de si la actitud belicosa de los nuevos neocons es retórica o real se tendrá en la renovación del techo de deuda pública del país. El secretario del Tesoro ha pedido al Congreso, por el procedimiento de urgencia, el aumento de la capacidad de endeudamiento: en estos momentos el saldo vivo de deuda pública es tan solo de unos 335.000 millones de dólares (de 14,29 billones en total) y se agotará entre abril y mayo. Según Geithner, si fracasase el objetivo de ampliar ese techo EE UU podría verse obligado a solicitar una moratoria en el pago de la deuda, lo que tendría consecuencias catastróficas. En los últimos 10 años este procedimiento se ha utilizado una decena de veces casi de modo rutinario. Pero ahora los republicanos han dicho que se opondrán al mismo si al tiempo no se reduce el gasto del Gobierno federal. De hacerse efectiva la amenaza, ello conllevaría probablemente una reducción de la calificación de la deuda americana (triple A) por parte de las agencias de riesgo, lo que significaría no solo un riesgo para EE UU sino para el conjunto de la economía mundial.

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