El centro de la periferia
De paseo por las calles y plazas de Saint-Denis, un bullicioso distrito de París étnicamente diverso en el que nació el poeta Paul Éluard
Los que se dedican a la parapsicología y a las ciencias ocultas llaman impregnaciones a los supuestos cúmulos de radiación que los humanos vamos dejando en los lugares que
habitamos, cúmulos que capta el psicómetra, un profesional del más allá capaz de detenerse en mitad de un pasillo para decirnos sin pestañear que tras el grosor del muro de la izquierda se esconde un emparedado de muertos. Al parecer, la densidad de la energía depende de la épica y del drama, lo que explica que los fantasmas tengan pasados trágicos.
Para los psicómetras, los lugares como Saint-Denis deben de ser paraísos. Villa galorromana en su origen, este municipio del cinturón parisiense toma su nombre del patrón de Francia, Denis, que llegó a aquellas tierras paganas para evangelizarlas, y que tuvo su martirio y su leyenda: tras ser decapitado, anduvo seis kilómetros desde Montmartre con su cabeza debajo del brazo, hasta entregársela a una mujer antes de desplomarse en el lugar donde algunos siglos más tarde se alzaría una basílica en su honor. Pero esto no es todo. En Saint-Denis descansan buena parte de los reyes galos, con sus huesos revueltos porque sus tumbas se profanaron durante la Revolución Francesa y luego, claro está, no hubo forma de saber a quiénes pertenecían los cráneos y los fémures. Fue un núcleo industrial, y la situación de los obreros motivó que durante casi medio siglo se sucedieran las alcaldías socialistas y comunistas. En agosto de 1944 tuvieron aquí lugar cruentos combates para liberar a los dionysiennes de la ocupación alemana, y poco tiempo después comenzó la construcción de la primera cité, un modelo de colonia residencial de aspecto soviético que se extendería como un hongo por toda la periferia. La llegada de inmigrantes a partir de los años sesenta convierte además a Saint-Denis en un enclave multicultural por excelencia. En esta villa no vamos a encontrarnos con la típica estampa francesa, sino con las calles muy vivas de un país que cada vez huele menos a mantequilla y más a especias.
Información y cómo ir
» Se puede ir en metro en la línea 16 hasta la estación Basilique de Saint-Denis, o en tren (RER D) hasta Gare de Saint-Denis. Más información en la página web de transporte público de París (www.ratp.fr).
» Oficina de turismo de Saint-Denis (www.saint-denis-tourisme.com; 0033 1 55 87 08 70).
» Oficina de turismo de París (http://es.parisinfo.com).
Luz gótica
Lo mejor para llegar a este distrito es coger el metro. La línea 13 lleva hasta el centro mismo del municipio y también hasta la basílica que da nombre a la parada, y cuyas fotos adornan los andenes. La basílica (http://saint-denis.monuments-nationaux.fr/), hermosísima y gótica, fue construida según la teología de la luz inspirada en Pseudo Dionisio, quien, en virtud de cierta inmaterialidad lumínica, creía encontrarse "en alguna extraña región del universo que no existe en absoluto, ni en la faz de la tierra, ni en la pureza del cielo". Estas palabras definen bien el arrobo y la elevación que embargan al visitante cuando contempla el efecto de los rayos de sol filtrándose por las vidrieras (no hay que olvidar que la religiosidad es también un sentimiento estético). En el altar mayor está el mausoleo real, y al salir conviene darse una vuelta por el parque de la Légion d'Honneur, que alberga la abadía real de Saint-Denis, del siglo XVII.
El bar Monetti Chantal, en la agradable plaza de Jean Jaurès, es ideal para obtener una magnífica vista de la basílica y mezclarse con los parroquianos. La calle comercial más importante, République, parte de la misma plaza, y mientras las tiendas permanecen abiertas, una multitud variopinta va a la caza de la ganga, pues lo que aquí hay es ropa y calzado barato, y, por supuesto, cafés, carnicerías musulmanas, boulangeries y puestos de crepes y churros. El bullicio se extiende por las calles Charronnerie y Gabriel Péri; en esta última está el Museo de Arte e Historia (www.musee-saint-denis.fr), antiguo convento carmelita del siglo XVII, donde encontraremos cerámica medieval, objetos de la guerra de 1870 y de la Comuna de 1871, pinturas impresionistas y una exposición permanente sobre el poeta Paul Éluard, que nació en este municipio. También está en la misma calle el conocidísimo Hammam Pacha, que ofrece exfoliación y relax.
Colores y suavidad
Renovado en 2006, el mercado de Saint-Denis, situado en la plaza homónima, abre los martes, viernes y domingos. Se trata de uno de los mercados más grandes de la Isla de Francia, y en él la vista, el gusto, el tacto y el olfato se ponen las botas con los exuberantes colores de las frutas, la suavidad de las telas y los deliciosos aromas y sabores de la comida antillana (se venden platos preparados). Otra parada ineludible es el Estadio de Francia, inaugurado en el Mundial de 1998, coincidiendo con la multicultural selección de Zidane, y que supuso un hito para los chavales de las banlieue, no solo por su ubicación, sino también, y sobre todo, porque por primera vez los héroes nacionales no eran blancos. Muy cerca del estadio, en la avenida del Presidente Wilson, se encuentra el restaurante L'Usine (www.lusine-saintdenis.com), en lo que antes era la Farmacia Central de Francia. Los amantes de la comida de diseño pueden recrearse aquí a gusto.
Saint-Denis cuenta además con una amplia oferta cultural. El Teatro Gérard Philipe (www.theatregerardphilipe.com/tgp-cdn), en el bulevar Jules Guesde, es una antigua sala de fiestas reconvertida (su construcción data de 1902), en cuyo programa hay propuestas que van desde el teatro clásico hasta el de vanguardia, pasando por obras de alto voltaje político relacionadas, por supuesto, con las banlieue y la inmigración. El Café Culturel, en el impasse Chanut, es ideal para asistir a alguna exposición o concierto, y en el cine L'Ecran los gafapastas se sentirán más que satisfechos.
» Elvira Navarro (Huelva, 1978) es autora de La ciudad feliz (Mondadori, 2009), premio Jaén de novela.
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