_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Aquí hay playa

Leo estupefacto que Camps y Alarte han decidido colaborar para sacar adelante una serie de temas de interés común para los valencianos, entre ellos la reforma del Estatut. Lo nuestro ha llegado a ser tan fuerte que hasta lo más obvio nos parece excepcional. Y, sin embargo, me temo que este nuevo espíritu no servirá de nada si no se toma conciencia de cuál es el verdadero problema. Porque estos dos mismos políticos, el jefe del gobierno autonómico y el de la oposición, ya habían coincidido antes en algún otro sarao, por ejemplo en su alegría por la llegada del AVE a Valencia, sin llegar a ser conscientes de lo que de verdad se está cociendo. En los días que rodearon el 19 del mes pasado oí a un locutor de radio imaginarse gozoso la estación de Atocha llena de gente en bañador y chancletas, al tiempo que un artículo del periódico que tenía en las manos saludaba alborozado la llegada del "Madriterráneo". Ya lo hemos conseguido: somos la playa de Madrid, se acabó la ignominia del Manzanares, ese aprendiz de río del que se burlaba Góngora. Como Bulgaria, que era el granero de la URSS y por eso no dejaron que se industrializara, o como las repúblicas centroamericanas, que son el asiento de los resorts turísticos y de las maquiladoras a mayor gloria de los EE UU que siguen sosteniendo a sus dictadores. Los resultados están a la vista.

Bueno, pues en nuestro caso, lo mismo. El problema no es que el AVE se haya impuesto sobre el corredor mediterráneo y, encima, haya llegado veinte años después que a Sevilla y cuatro después que a Valladolid (!). El problema es que España está mal concebida desde hace siglos y los más perjudicados somos nosotros. Por periféricos y por orientales. De lo primero se ha hablado mucho, de lo segundo no tanto. Porque si bien es cierto que en España se ha impuesto un modelo centralista -que tal vez tenga sentido en Francia o en Argentina, pero que aquí resulta contra natura-, al anterior se superpone un modelo más antiguo de tipo italiano, consistente en que la zona que gobierna es una y la que tira del país es la otra. España se hizo sumando Castilla y la Corona de Aragón en detrimento de esta última. El centralismo vino luego, cuando los cimientos de la inoperancia ya estaban puestos. Por eso todas las reformas estatutarias no servirán de nada, pues tan sólo aspiran a corregir el modelo centralista. Menos mal que aquí sí hay playa y a lo mejor en la temporada turística hasta levantan el peaje de las únicas autopistas de pago que quedan en España, la que une Port Bou con Alicante y la que lleva de Tarragona a Bilbao. Esa buena gente del "levante" feliz se lo merece, pues no nos crean problemas y sus políticos -hecha salvedad de la manía catalanista de los catalanes- tampoco.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_