Sidra y justicia poética en Ascao
El Gordo del Niño deja 120 millones en uno de los barrios de la capital más castigados por la crisis - Una sola administración vendió las 60 series del 70013
La suerte se concentró en unos pocos metros cuadrados encajonados entre el Mercado de Pueblo Nuevo y una gasolinera en uno de los barrios de Madrid (Bilbao-Pueblo Nuevo) más castigados por la crisis. Por eso el número 70013 suena a justicia poética. Porque además ha sido un premio muy repartido que alcanzó también a gente joven y que se vendió enterito. No sobró ni un décimo. Los 120 millones del Gordo del Niño los vendió la administración El Dado de Oro, situada en la calle de Emilio Ferrari, 64, que lleva 20 años abonada a ese número.
"No sabemos aún lo que vamos a hacer, supongo que lo de todo el mundo, tapar y tapar", resumía Inés, de 42 años, con cara de entusiasmo porque algo bueno les ha pasado este año. "Llevaba un año mal con la espalda y estoy recién operada", explica mientras enseñaba el corsé que lleva puesto. A su lado, con una tranquilidad asombrosa, su marido Raúl, carnicero en el mercado, que cuenta que lleva tiempo comprando ese número. Les acompañaban dos hijos. El mayor, de 11 años, ya sabía lo que le va a pedir a sus padres: "Dinero y dinero, pero poco, para un ordenador portátil". Mientras, no se cortaba rociando con sidra El Gaitero (bebida protagonista) a todos los vecinos que se habían acercado a una calle que al mediodía se convirtió en un jolgorio continuo. Desde algunos balcones parecía Semana Santa, llenos de gente que inmortalizaba en vídeo el paso de ese momento mágico."¿Qué pasa aquí?", preguntaba una señora mayor, impecable en su abrigo veterano de piel y con un animado color fucsia en los labios. "Que ha tocado la lotería", le respondieron. Eran aún los primeros momentos. Más o menos mediodía y ese pequeño pedazo de calle era todavía transitable. Todos esperaban a Pepe el lotero, José Luis Nieto Fernández, El padre del chiquillo como le apodaron ayer. No tardó mucho. Al grito de "¡Pepe!" apareció por el final de la acera. Y como hombre acostumbrado al vértigo del azar informó con precisión que había vendido gran parte en ventanilla y también en un bar de Doctor Esquerdo, y que era un número al que su administración llevaba 20 años abonada.
El lotero Pepe señaló que llevaba ese número desde hacía 20 años
"En este barrio hay mucho paro que se arrastra desde hace tiempo"
El lotero no sabía si tenía algún décimo premiado. A quien sí le tocó es a su hijo José Carlos de 24 años que el miércoles por la noche llamó a su amigo Miguel Ruiz, de 24, para recordarle que le había guardado un boleto. "Cuando me pasé a por él le pedí otro, pero ya no quedaban más", explicó Miguel que no daba abasto en atender a la curiosidad de la gente que iba multiplicándose por momentos. Para entonces tenía su chupa negra empapada sobre todo de sidra y, menos, de champán.
"Qué nos había costado acercarnos y comprar un décimo", lamentaba Germán, un joven ecuatoriano, mientras contemplaba la escena desde la esquina de la gasolinera, cerca de la parada de metro de Ascao, un barrio donde viven numerosos inmigrantes. "Hacía falta en el barrio, coño", bramaba Antonio Santos, de 50 años, un agraciado trabajador de la hostelería, que ya había decidido que se iba de vacaciones... indefinidas. Había comprado 10 décimos y, según algunos vecinos, era latinoamericano.
En cambio, el carnicero Víctor Sánchez, con 60, pensaba en que su décimo solo le ayudaría para la jubilación. "Tengo dos hijos trabajando en el negocio y eso no cubre", decía nervioso. A Máximo Hidalgo no le había rozado la suerte pero contemplaba contento la fiesta. "Nos alegramos porque es gente a la que le hace falta, en este barrio hay mucho paro", sentenciaba no sin antes precisar que la crisis no se debe a Zapatero: "Se arrastra desde mucho antes, con Aznar". Su mujer, Alicia, con una tienda de ropa en el barrio iba enumerando las clientas a las que les había tocado la lotería.
"Es que cuando toca así, a gente necesitada da gusto", se alegraba Julia Ríos, que no es del barrio pero se había acercado hasta allí a ver a un amigo que no llevaba mucha alegría en el cuerpo precisamente: "Yo compré ahí tres décimos pero no me ha tocado nada", lamentó el amigo Javier Aguilera. "Es que la suerte es para el que la encuentra no para el que la busca", sentenció la amiga. No se sabe si a Aguilera le sirvió de consuelo.
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