De la estabilidad al crecimiento
España y Portugal celebran el día 1 de enero de 2011 25 años de su plena adhesión al proyecto europeo. Durante esos 25 años los dos países vieron aumentar sus niveles de desarrollo y de bienestar de un modo que no encuentra paralelo en su historia. Fueron también los 25 años de mayor progreso de la integración europea. De la profundización del mercado interior, del fin de las fronteras internas, de la creación del euro y del desarrollo de una política exterior común.
Pero el momento actual es especialmente difícil. La crisis de las deudas soberanas en el año 2010, que sucedió a la crisis económica y financiera, es una prueba muy dura para el proyecto europeo, porque está creando divergencias entre países y entre regiones, lo que va objetivamente contra una finalidad esencial de la Unión: la convergencia en renta y en capacidad productiva.
Esta es una crisis de gobernanza de la zona euro. Confirma la necesidad de una Unión Económica
Sería útil emitir obligaciones europeas para proyectos concretos
La crisis tiene fundamentos específicos en cada uno de los Estados miembros, pero la tentación de querer circunscribirla a los países más afectados menosprecia el principal desafío. Lo que Europa vive hoy supera en mucho una mera suma de crisis nacionales. Esta es una crisis de dimensión y características europeas y es, en particular, una crisis de gobernanza de la zona euro. Sobre todo, es una crisis que viene a confirmar la necesidad de una verdadera Unión Económica que sustente la Unión Monetaria. En esta tarea está inmersa la Unión desde el comienzo de la presidencia española el 1 de enero de 2010.
Para superar la crisis, Europa necesita de fuertes respuestas nacionales de consolidación de las cuentas públicas y de reformas estructurales para reforzar la competitividad. Estas son absolutamente necesarias. Sin excepción. La participación en la moneda única implica responsabilidades nacionales, en la medida en que la actuación de uno puede influir en la situación de todos. Pero, para retomar el camino sostenible y equilibrado del crecimiento económico, reforzar la cohesión del espacio europeo e impedir el resurgimiento de este tipo de crisis, será necesario que Europa haga más. Una moneda única implica responsabilidades del conjunto. No es posible limitar la gestión de una zona económica única a la suma de objetivos y políticas nacionales, por más convergentes que sean.
Así, el Consejo Europeo de junio de 2010 lanzó la Estrategia Europea de Crecimiento y Creación de Empleo de Calidad para la próxima década. Después, el Consejo Europeo de octubre acordó las reglas de una nueva gobernanza económica de la Unión Europea. Esto implica mayor disciplina presupuestaria y mayor coordinación económica, con vistas a evitar situacionesde desequilibrio macro-económico dentro de la Unión Europea y, en particular, en la zona euro. La gobernanza económica deberá ser complementada por un mecanismo permanente de gestión de crisis, para asegurar la estabilidad financiera de la eurozona. Ha sido el principal objetivo del Consejo Europeo de los pasados días 16 y 17 de diciembre, junto con un mensaje de confianza en la Unión Monetaria.
Un gobierno económico europeo constituye un marco fundamental para una mayor responsabilidad de los Estados y será una contribución importante para superar la crisis actual. Pero no podemos perder de vista la aspiración a un crecimiento económico equilibrado y sostenible en todo el espacio europeo, razón por la cual la Unión Europea puede y debe ir más allá de los mecanismos previstos. Ya en los años ochenta, la Unión Europea reconoció que un verdadero mercado interior europeo, abierto y competitivo, solo podría tener éxito si estuviese también garantizada la cohesión de ese espacio diferenciado.
En aquel momento, varios factores afectaban a esa cohesión. Una noción clara de que el punto de partida de los varios países era diferente, sujetos a choques económicos asimétricos, llevó a la creación de la política de cohesión con vistas a elevar los límites de inversión en las economías más frágiles, para potenciar su proceso de convergencia económica.
También las regulares crisis cambiarias que asolaron Europa desde los años setenta hasta el inicio de los años noventa hacían peligrar la cohesión de ese espacio. La verdad es que el problema de las fluctuaciones cambiarias en la Unión Europea solo fue resuelta definitivamente con un "salto sistémico": la creación del euro.
Pues bien, hoy, la estabilidad de la zona euro es imprescindible para la creación de las condiciones de crecimiento económico cohesionado en el espacio de la Unión Europea, porque, en última instancia, la salida de la crisis exige la vuelta al crecimiento. Un paso fundamental en ese sentido será la estabilización de las condiciones de financiación en el conjunto de la zona euro, dentro de un marco de responsabilidad nacional. La reposición de las condiciones para el funcionamiento adecuado y equilibrado del mercado interior pasa por corregir la mayor distorsión de la que hoy es objeto: la disparidad de las condiciones de financiación.
La utilización plena del valor añadido europeo para la creación de condiciones de crecimiento económico cohesionado pasa también por el presupuesto comunitario y por los fondos estructurales, como instrumentos esenciales para este objetivo.
El argumento de los que quieren reflejar en las políticas europeas el mismo nivel de austeridad al que están sujetos los presupuestos nacionales pierde de vista que el presupuesto conjunto de la Unión Europea suma apenas el 2% del total de los presupuestos nacionales, pero representa mucho más en crecimiento y cohesión del espacio europeo, especialmente en situación de crisis. Lo debemos tener muy presente ahora que empezamos a debatir los presupuestos europeos para el periodo pos-2013.
A esos efectos, sería también de gran utilidad el lanzamiento de emisiones de obligaciones para la financiación de concretos proyectos de interés europeo. Puede ser un primer paso hacia la creación de eurobonos, que están en la lógica de una Unión Económica y Monetaria. Aunque no por el momento, esto terminará por llegar, y hay que trabajar para hacerlo posible.
La Unión tiene que servir para recuperar la senda del crecimiento, única forma de creación de empleo. Europa debe dotarse de formas de promover convergencia en un momento en el que los mercados fuerzan la divergencia. Si sabe combinar la responsabilidad nacional con la plusvalía europea, Europa saldrá de la presente crisis reforzada política y económicamente. Este es el principal desafío del proyecto europeo que viviremos el año que comienza.
Diego López Garrido es secretario de Estado para la Unión Europea de España, y Pedro Lourtie, secretario de Estado para los Asuntos Europeos de Portugal.
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