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Reportaje:

'Bienvenida' ya tiene hogar

La burra arrojada al Miño con una piedra al cuello será adoptada por una casa rural

Bienvenida tiene entre 20 y 25 años y esa mirada lánguida de la burra apaleada que ha sido. Ojos nostálgicos y un pelambre seco que se deja acariciar. El 3 de septiembre pasado la encontraron milagrosamente viva en el río Miño, a la altura de Toén (Ourense), con una piedra de 15 kilos atada al cuello, un pellejo por cuerpo y heridas de roces que indicaban que la habían extenuado a trabajar. Quisieron abandonarla ahogándola. Pero sobrevivió.

Casi cuatro meses después, sometida a la terapia de la psicóloga clínica de animales Elsa Pérez y a los tratamientos de David Lemos, encargado de bienestar animal de Andrea (Asociación Nacional de Defensa, Recuperación y Estudio Terapéutico de los Animales abandonados), Bienvenida está recuperada física y emocionalmente.

Una pareja se encargó de curarla de forma altruista
El colectivo Andrea recibió 70 peticiones para acoger al animal maltratado

Ayer abandonó la sede de la asociación, en O Rexo (Allariz), y se subió dócil y melancólica al remolque que la trasladó hasta el que será su hogar de acogida, la Casa de Abaixo, de turismo rural, en Santiago de Saa, en la provincia de Lugo. "Va a estar muy bien ahí", explicaba David Lemos, minutos antes de la partida, las condiciones que se encontrará, con la compañía de "dos burritas más y el cariño de los clientes" del establecimiento hotelero.

Durante estos meses, Lemos y Pérez la sometieron a un exhaustivo tratamiento que comenzó con constantes analíticas. "Tenía leucocitosis, anemia y deshidratación, pero sobre todo estaba muy falta de cariño", resume el encargado de bienestar animal el cuadro clínico de la paciente.

La pareja, con un hijo pequeño, se dedica altruístamente, y en exclusiva, a esta labor de recuperación, con vistas a la posterior adopción, de burros (en este momento tienen 15) en las varias hectáreas cedidas provisionalmente en O Rexo. En breve se trasladarán a la parroquia próxima de San Salvador dos Penedos, en donde la asociación dispone ya de sede, aún sin inaugurar.

"Vivimos de nuestros ahorros para poder dedicarnos a esto", responden Lemos y Pérez ante la inevitable perplejidad del interlocutor. Ninguna institución colabora en esta tarea de recuperación de los asnos maltratados, una especie protegida, que la asociación Andrea lleva a cabo en exclusiva en Galicia.

Los gastos de mantenimiento (comida y medicamentos) de los animales que se recuperan en este entorno proceden del precio "simbólico" que perciben por los programas de tratamiento de estimulación sensorial y emocional y de psicomotricidad que imparte la asociación a discapacitados y personas con alzhéimer. El mismo tratamiento que se realiza en otras partes con caballos, pero con la diferencia, en este caso, de que "los burros son más accesibles, más sociables y más cariñosos". Una característica que se da, sobre todo, en aquellos que fueron maltratados o abandonados.

La asociación tiene en marcha en este momento dos programas. De una parte, la búsqueda de familias de adopción para los burros abandonados y, de otra, el apoyo a propietarios de estos animales del medio rural.

"Casi todos los dueños de burros tienen más de 70 años y no pueden atenderlos", sostiene Lemos. La asociación les busca también a estos familias de acogida. "Hemos colocado ya más de 30 en nuevos hogares", explica el colectivo.

En el caso de Bienvenida, tan frágil, tan apaleada, tan cariñosa, la asociación recibió 70 peticiones de adopción. "Incluso de una empresaria de la jet gallega", aseguran los cuidadores, pero explican que se decidieron por la casa rural lucense pensando en el entorno y en la compañía de las otras burritas que ayer la recibieron.

Durante el tiempo de recuperación en las instalaciones de Allariz, Bienvenida mantuvo estrecha amistad con un perro que corrió su misma suerte. El día en que ella fue rescatada del río con la piedra colgando de su cuello, los vecinos de Toén habían encontrado, apenas unas horas antes, a un perro en las mismas condiciones. Unidos por ese lazo indisoluble de la desgracia, ambos animales se hicieron inseparables. Si la burra caminaba, la seguía el can. Si se tumbaba, lo hacía él a su lado.

En la asociación tuvieron que separarlos. El perro le lamía, hasta infectárselas, las heridas a la burra. Lo llevaron a dormir con otros canes y se ha hecho inseparable de ellos. Ayer ladraba excitado ante el revuelo mediático suscitado por el traslado de Bienvenida a su nuevo hogar. Junto a las otras burras, la esperaba un entorno acogedor de ocas, patos, perros y gatos. Y mucha expectación.

Elsa Pérez y su hijo, con la burra Bienvenida en la sede de la asociación Andrea.
Elsa Pérez y su hijo, con la burra Bienvenida en la sede de la asociación Andrea.NACHO GÓMEZ

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