Irán: cine y teocracia
El régimen de los ayatolás iraníes acaba de condenar al director Jafar Panahi a seis años de cárcel y le ha prohibido hacer cine, escribir guiones y viajar al extranjero durante 20 años. Un detalle más: no podrá conceder entrevistas a medios de comunicación locales o extranjeros. Se le acusa de "conspiración y propaganda" contra el Gobierno de Mahmud Ahmadineyad. Así que este le ha cerrado la boca y, de paso, como contó el propio director en un alegato que leyó en su juicio, ha aprovechado para lanzar un mensaje diáfano: "Quien no piense como yo se arrepentirá".
El acoso contra el cineasta se inició en marzo, cuando la policía del régimen teocrático allanó su casa y se lo llevó preso. Tras hacer una huelga de hambre y pagar 160.000 euros de fianza, Panahi fue liberado el 25 de mayo. Ha tenido, sin embargo, que sentarse en el banquillo frente a un tribunal, supuestamente revolucionario, que ha dictado sentencia con el afán de impedirle hacer lo que sabe hacer.
Panahi ha sido de los contados cineastas que prefirió no irse al exilio para seguir trabajando en su país, incluso dentro de la agobiante atmósfera que impone un régimen fundamentalista. Apoyó en las últimas elecciones al reformista Mirhossein Musavi y firmó, junto a otros colegas, una carta de protesta por el baño de sangre con que se reprimió el llamado Movimiento Verde, que llenó las calles de Teherán y otras ciudades para cuestionar los resultados de las fraudulentas elecciones de 2009 que dieron de nuevo la victoria al presidente Ahmadineyad.
Ganador de un León de Oro en Venecia, el año 2000, con El círculo, y de un Oso de Plata en Berlín, 2006, con Offside, Panahi llevaba rodada una tercera parte de su nueva película. La cúpula del poder clerical iraní sospechó que no saldría bien parada, así que puso en marcha la maquinaria para fulminar el proyecto.
Juzgarme es juzgar al conjunto del cine comprometido, social y humanitario iraní, el cine que tiene la intención de situarse por encima del bien y del mal, el cine que no juzga y que no se pone al servicio del poder y del dinero, sino que hace lo posible para dar una imagen realista de la sociedad". Pero esa libertad tan bien descrita por Panahi es la que los ayatolás no quieren.
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