2010, el año del quiero y no puedo
Cuando a comienzos de enero presentaba en esta página las previsiones económicas para 2010, calificaba este año como el del inicio de la recuperación tras un horroroso 2009, si bien, también añadía que esta iba a ser tan moderada que apenas la iban a notar las empresas y los trabajadores. Hoy podríamos decir que, efectivamente, en la primera parte del año la economía empezó a moverse suavemente al alza, incluso algo antes de lo previsto, con crecimientos del PIB de una décima porcentual en el primer trimestre y de tres décimas en el segundo.
Pero pronto vimos que este moderado intento de recuperación no era sostenible. Por un lado, se basaba en diversos efectos de adelanto del gasto de los consumidores y de las empresas ante la finalización de estímulos fiscales y la subida del IVA en julio. Por otro, el Gobierno, en cumplimiento del Pacto de Estabilidad de la UE, adoptó a finales de enero un programa de ajuste fiscal para reconducir el histórico déficit público del 11,1% del PIB con que terminó 2009 hasta el 3% en 2013. En un principio estos propósitos parecían más un ejercicio de buena voluntad que intenciones reales -¿quién entonces pensaba que había que preocuparse del déficit público?-. Pero, cuando estalló a comienzos de mayo la crisis de la deuda soberana de Grecia, poniendo en peligro la viabilidad del euro, los dirigentes de la UE tuvieron que tomarse muy en serio eso del ajuste fiscal e incluso acelerarlo. El ajuste español incluyó medidas duras que pronto iban a afectar al crecimiento de la economía. El nuevo capítulo de la crisis financiera provocó un nuevo corte del crédito y un deterioro de la confianza y de las expectativas. Todo ello acabó secando los brotes verdes nacidos en la primavera. El PIB se estancó en el tercer trimestre y las previsiones para el cuarto no mejoran apenas la situación.
A falta del último trimestre, el PIB habrá caído dos décimas en 2010, mejor de lo previsto
El fuerte aumento del petróleo explica que el déficit de la balanza de pagos sea del 4,7% del PIB
Con todo, podemos consolarnos al ver que el PIB generado en el conjunto del año ha sido unas décimas superior al previsto. El consenso de analistas esperaba a finales de 2009 una caída de seis décimas y, a falta de los datos del cuarto trimestre, podemos estimar que la misma habrá sido de dos décimas, mejorando incluso en una décima la previsión del Gobierno [gráfico superior izquierdo]
. La diferencia no es muy significativa, pero en todo caso es a mejor. Sin embargo, los ánimos no han mejorado, al contrario, acabamos el año frustrados y con la misma o más preocupación de lo que lo empezamos.
Una de las causas es que, como advertíamos, la hemorragia del empleo ha continuado y el número de parados ha seguido aumentando, aunque a mucho menor ritmo que en 2009 [gráfico superior derecho]. El empleo medio anual habrá caído un 2,3% y la tasa de paro habrá alcanzado el 20% (4.625.000 personas), cifras ambas muy cercanas a las previsiones.
En el terreno de los desequilibrios, el déficit de la balanza de pagos ha frenado su rápida corrección registrada en 2009 [gráfico inferior izquierdo] y en media anual apenas habrá disminuido unas ocho décimas porcentuales del PIB, situándose en una cifra todavía elevada del 4,7% del PIB. El repunte del consumo y la inversión en equipo en la primera mitad del año y el fuerte aumento del precio del petróleo (30% en dólares y 36% en euros) explican el escaso progreso en la corrección de este desequilibrio, que sigue siendo excesivo, sobre todo cuando los inversores internacionales se resisten a financiarlo. El aumento del precio del petróleo también es el causante de que la inflación haya superado las previsiones, haciendo perder poder adquisitivo a todos los españoles.
Pero lo que hace que terminemos el año preocupados y con la moral baja es el sentirnos en el ojo del huracán de la crisis financiera y el temor de que tengamos que ser rescatados como Grecia e Irlanda. O, aunque ello no suceda, que tengamos que pagar 250 puntos básicos de tipos de interés más que Alemania para financiarnos [gráfico inferior derecho]. O que la financiación a empresas y familias se endurezca aún más porque nuestras entidades financieras sigan teniendo problemas de liquidez.
Ciertamente, la situación es compleja, pero pensemos que la llave para abrir las puertas de la prisión en la que estamos encerrados la tenemos nosotros, eso sí, hay que saber utilizarla.
Ángel Laborda es director de coyuntura de la Fundación de las Cajas de Ahorros (Funcas).
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