Esto no es una cuchara, ni una lámpara, ni una silla
El diseño belga muestra su cara más surrealista en una exposición
El sueño de la razón produce monstruos... pero también obras de arte. Lo demostraron los maestros dadaístas y surrealistas del siglo pasado. Muchas décadas después, su espíritu sigue vivo en el trabajo de una nueva hornada de diseñadores que beben, inspirados en sus mayores, del juego mental y la libre asociación como método creativo y del collage y el assembage como técnicas. Hasta el próximo 6 de febrero, la Fundación Carlos de Amberes acoge una selección de piezas realizadas por una joven generación que ha colocado a Flandes en primera línea del diseño mundial.
Los objetos de la exposición titulada Je suis dada forman parte de una gran broma surrealista. Haciendo honor al Esto no es una pipa de Magritte, la muestra incluye un colgante que es un tapón de bañera con cadena de plata (Hilde de Decker), una lámpara de mejillones (el homenaje de Nora de Rudder al artista Marcel Broodthaers), dos cucharas que se encajan para formar una especie de capullo de rosa (Nedda El Asmar), una sortija en forma de tenedor (Silke Fleischer) o una silla doble con dos patas entrecruzadas (Sofie Lachaert y Luc D'Hanis).
Son objetos que lanzan guiños de humor e ironía y estrechan un poco más la delgada línea que separa el diseño de las bellas artes. "Un artista es alguien que crea algo que sale de su propio mundo o universo psicológico. Un diseñador es alguien bastante creativo también, pero sus piezas tienen que tener una función: hacer la vida más fácil. Esa es la distinción básica, pero esta no es una exposición de lo que debe ser buen diseño, sino de cómo usar la creatividad de una forma funcional", explica Johan Vlacke, director de Design Flanders, un departamento dependiente del Ministerio de Economía flamenco dedicado a la promoción del diseño de esta región belga. Todas las piezas incluidas en la muestra se han producido de forma industrial, en serie, y se pueden comprar en tiendas, destaca Vlacke. En su opinión, la herencia surrealista es lo que distingue el diseño belga de otros, como el alemán o el holandés. "Es nuestra propia naturaleza", asegura al hablar de un país que Jacques Brel definió como "un estado de ánimo, un sueño, una ficción, un producto del surrealismo". Se pone más serio para afirmar que, en un mundo globalizado, si Bélgica quiere seguir exportando no puede competir en costes -y esto es un problema de todos los países europeos- y la solución es apostar por "la innovación y la creatividad".
Je suis dada. Exposición de objetos de diseño flamenco. Fundación Carlos de Amberes. Claudio Coello, 99.
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