El sufrido trabajo del portavoz

El teatro es complicado. Ganarse un puesto en una compañía, toda una heroicidad. Así que hay que explotar las cualidades propias y escudriñar las debilidades del conjunto. ¿Hay ya primeros actores y actores de carácter, pero el elenco flaquea en galanes cómicos? Pues allá vamos, que Esteban González Pons parece que ha encontrado su hueco en el escenario como portavoz -portacoz, dicen los chistosos- del PP.

El método es el tradicional: ensayar con tozudez una frase durante 48 horas y comparecer ante la prensa con gesto concentrado para soltar el mirlo y la tarabilla. Lo mismo vale dar caña a Rubalcaba, que para eso está -"cuanto trabaje Pérez Rubalcaba será contra la verdad, nunca a favor de los españoles"-, que decir, gallipavo, que el Gobierno ha puesto en marcha la Operación Galgo para tapar el estado de alarma decretado por la huelga salvaje de los controladores. Y eso sin olvidar que el Gobierno aprobó el decreto del viernes 3 para provocar ese plante masivo de los controladores y poder decretar el estado de alarma para tapar el desastre económico. Hasta donde gusten.

Pero no debe presumir mucho González Pons de su ingenio y sus hallazgos verbales, que no pasan de ser un mero resumen de las ocurrencias y chocarrerías que día tras día les suministran sus terminales mediáticas. Porque ahí está la madre del cordero y el principio y el fin del porqué del lengüilargo: completar el círculo. No es nuestro hombre un verso suelto, sino el centro del círculo virtuoso. Desde arriba se le azuza y se le deja decir, que así otros jefes pueden presumir de mejores maneras y hasta comer con cubiertos. Pero esas cosas que suelta son inmediatamente recogidas por quienes antes, en sus periódicos, sus radios y sus tertulias, han elaborado otras lindezas similares. De allá para acá, bajo la alegre mirada del que manda.

No confíe mucho González Pons en que tanto meritaje le traiga honores posteriores. Puede echar la vista atrás y, sin mucho esfuerzo, buscar en su mismo partido por dónde andan Rafael Hernando o Vicente Martínez Pujalte, otrora temidos boquirrotos. Al final, ser todo hoja y no tener fruto.