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Columna
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Elogio de la quincalla

La última vez que alguien aplaudió en un discurso del alcalde de Málaga, Francisco de la Torre, tuvo lugar el pasado mes de abril en un acto para celebrar los 15 años de Gobierno del PP en la ciudad. De la Torre, tras más de una hora desgranando de forma minuciosa y precisa lo realizado, empezó a enumerar todos los rincones de la geografía de Málaga, sin olvidar una sola calle, un único barrio, pedanía o diseminado. A cada nombre que soltaba, le sucedía un fuerte aplauso de la concurrencia. Cuando acabó, tomó la palabra el presidente del PP, Javier Arenas, y en tono irónico señaló: "No es que el alcalde se haya referido a todas las calles, es que ha estado a punto de referirse a todas las casas que hay en Málaga".

De la Torre no es un alcalde ni de grandes ideas ni de estruendosos mensajes, pero no hay un pequeño detalle en la ciudad que se le resista. Se sabe de memoria el número de farolas, bordillos, medianas, jardines en medianas, aceras, esquinas, plazas o avenidas. Si uno le pregunta sobre una polémica es capaz de hablar una hora sin decir nada, pero si le pides un dato te apabulla. Puede mezclar el gasto por habitante de la Junta en Málaga y Sevilla, para instrumentar su eterno discurso del agravio, con el número de llamadas de los ciudadanos al Servicio de Emergencias, los menús repartidos en el comedor municipal o los coches de caballos que circulan por el centro.

El otro día en el debate sobre el estado de la ciudad, De la Torre ofreció un relato tan minucioso de su microgestión, que esta vez se superó a sí mismo. Llegó a ofrecer datos de hasta los kilómetros cuadrados al día que se baldean en la ciudad. Y lo hizo con tal exactitud, que estaban divididas las cifras entre el baldeo mecánico y el manual. No olvidó ni las toneladas de papel reciclado ni los nuevos terminales de ordenadores instalados, tampoco los usuarios de locales de ensayo y, mucho menos, las duchas y los grifos lavapiés colocados en la playa. El alcalde ofreció cerca de 400 cifras en un discurso de 20 páginas. En cada folio llevaba de media una veintena de datos, incluyendo porcentajes, años, euros, usuarios, empresas, personas o ayudas.

Una vez le escuché a un político decir que él no estaba dispuesto a debatir con nadie sobre todo aquello que se pudiera contar, pesar o medir. De la Torre en un debate de esas características estaría perdido. El alcalde de Málaga gestiona la ciudad a golpe de porcentajes. La falta de ideas y proyectos la suple con estadísticas. Para él, un número vale más que mil realidades. Y los números lo mismo le sirven para justificar sus incumplimientos en materia de viviendas sociales y guarderías, que para contar todas las viviendas sociales y guarderías que hace.

Alguien le debió explicar una vez a De la Torre que, junto al pormenorizado balance de su gestión, era bueno que en el debate sobre el estado de la ciudad, introdujera cada año un proyecto estrella. Y el alcalde anunció una vez una Exposición Internacional de la que nunca más se supo; el soterramiento del tráfico en la esquina de oro del puerto, que sigue sin esquina y sin soterrar; un convenio con Unicaja para realizar viviendas sociales de nunca jamás, e incluso la instalación de Google en Málaga. El año pasado optó por la inminente firma de un convenio para adquirir un edificio, antes incluso de que los propietarios supieran de la existencia de ese acuerdo. Esta vez, en víspera de las elecciones municipales, De la Torre se ha ahorrado hasta los incumplimientos: para esta ocasión no ha habido conejo alguno que saliera de su chistera.

Málaga, a tenor del elogio a la microgestión del alcalde en el debate sobre el estado de la ciudad, parece haber dejado de ser una ciudad para convertirse en una ferretería. De la Torre lejos de hacer un discurso político, se limitó a hacer un inventario de toda la quincalla municipal.

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