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Columna
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Europa hostil

Joaquín Estefanía

Del resto de Europa llueven piedras. No se trata solo de que la patente europea no podrá hablar castellano y que se ha perdido, al menos de momento, la batalla de la lengua, sino de la multiplicación de planes de austeridad que se exigen desde Bruselas con el argumento de los fuertes ataques especulativos de los mercados contra el euro. Esta política de ajuste compartido por los países europeos no deja resquicio para la reducción a corto plazo de la tasa de paro (verdadero problema diferencial de nuestro país en relación con el resto) y empobrece al conjunto de la población.

No son noticias agradables. Lo que para más de una generación fue una utopía factible (libertades democráticas y Estado de bienestar) deviene poco a poco en un territorio hostil. Europa hostil. Llega a Madrid el presidente del Banco Central Europeo (BCE), Jean-Claude Trichet, y declara la urgencia de la reforma de las pensiones. Recoge un premio Herman van Rompuy, presidente del Consejo Europeo, y alaba las últimas medidas de ajuste del Ejecutivo español ("José Luis, has cogido al toro por los cuernos"). Pocos mencionan con idéntico énfasis que la reforma prioritaria, la que más exigen los inversores, es la del sistema financiero español, que todavía está en su primera vuelta, pero que posiblemente exigirá otra ronda con el objeto de recapitalizar algunas cajas de ahorros y bancos, toda vez que tienen unas obligaciones por valor de 100.000 millones de euros en 2011, y de 150.000 millones en 2012. Y que no han sido capaces de restaurar el sistema sanguíneo del crédito y el descuento a las pequeñas y medianas empresas y a las familias, lo que genera una gran mortandad empresarial y estrangula el crecimiento. En este asunto predominan unos matices de prudencia que no se dan con las pensiones o el mercado de trabajo. ¿Cómo evitar esa sensación de doble vara de medir?

El discurso europeísta está en retroceso y predomina el nacionalismo

Los próximos días tendrá lugar en Bruselas la cumbre de jefes de Estado y de Gobierno de la Unión Europea (UE). Decisiva, debería aprobar la permanencia y ampliación del Fondo Europeo de Estabilidad Financiera (FEEF) para países en dificultades, la posibilidad de emitir eurobonos para saciar la sed de los mercados y dar estabilidad al riesgo país de sus componentes, y la quita de la deuda de los inversores privados a partir del año 2013. No hay misterio: ya se sabe que una parte de estas medidas no llegará a buen puerto, pues antes de esa cumbre se ha reunido el directorio franco-alemán. Merkel y Sarkozy se oponen a la ampliación del fondo de rescate y a la emisión de eurobonos sin la existencia previa de un Tesoro europeo (que ni siquiera contemplan). Lo hacen amparados en un razonamiento nacionalista: los ciudadanos alemanes y franceses no entenderían la socialización de la deuda de los eurosocios si al mismo tiempo no hay una armonización en otros campos, que no está incorporada en la voluntad política de los líderes.

No es cierto que la posición franco-alemana se sustente en dificultades internas de ambos políticos sino que es compartida por su opinión pública, por los respectivos bancos centrales de Francia y Alemania y en buena parte, por la oposición socialdemócrata y socialista. El discurso europeísta está en retroceso y se generaliza la dinámica de no apoyar a los países "dilapidadores". No en vano crece en Europa el populismo y sus principales líderes, los que deciden, pertenecen al terreno conservador (Merkel, Sarkozy, Cameron, Berlusconi, Barroso, Van Rompuy, Trichet, Juncker...), aunque a veces tengan contradicciones secundarias entre ellos, o por intereses nacionales o por una visión de Europa más democristiana o más liberal.

En los últimos días se ha extendido una ficticia idea de tranquilidad, como si la Europa del euro estuviera en un compás de espera. No es cierta: la rentabilidad de la deuda soberana de algunos países (España entre ellos) sigue creciendo y los inversores empiezan a exigir más dinero por comprar bonos alemanes. Lo que podría preanunciar problemas inflacionistas (como los derivados del precio de las materias primas y, en especial, del petróleo). Si se consolida una tendencia al alza de los precios, ¿qué hará el BCE con los tipos de interés y la liquidez que concede a los bancos? ¿Qué hará con la compra de bonos nacionales?

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