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Columna
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La cabra tira al monte

Suponíamos que durante estas vísperas navideñas se concertaría una tregua política con el fin de aliviarle al presidente Francisco Camps la presión a que está sometido por los muchos marrones que le agobian. Lo que tiene visos de ser sus últimos turrones al frente de la Generalitat bien merece a nuestro juicio la cortesía de la oposición, que podría abstenerse de hurgar durante unos días en los fétidos asuntos que han llevado a la perdición a este Gobierno del PP, y cuya cita omitimos en gracia, precisamente, a esa paz que sugerimos. Incluso el juez instructor Antonio Pedreira podría aplazar por la misma causa el desvelamiento pendiente del sumario sobre el asunto Gürtel, esa insondable caja de sorpresas penales que debe tener en vilo a nuestras honorables autoridades. No hay mazo de folios en el que no aparezcan nuevas hazañas de la renombrada trama corrupta, tan oficialmente arropada por estas pías tierras.

Sin embargo, con escándalos o sin ellos de por medio, esta pausa no va ser posible porque los socialistas del PSPV han decidido irrumpir sin recato ni demora en el mercado electoral más conservador. Esto es, en el del PP valenciano. En realidad -todo sea dicho- nunca dejaron de contemplarlo con envidia y nostalgia desde que en 1991 en Valencia y después en el marco autonómico, fueron arrojados al árido ostracismo, pero sólo ahora, en estas últimas fechas, han revelado sus urgencias en mover ficha, retocar el maquillaje retórico y emprender la conquista del indefinido centro político, ese universo basculante de votantes que otorga o niega la victoria a los partidos mayoritarios de esta autonomía, tan homologables, por otra parte. "Si siempre hacemos lo mismo, volverá a pasarnos lo mismo", ha dicho Joan Calabuig, el aspirante a relevar a Rita Barberá, y añadió que no podía quedarse "de brazos cruzados". Dicho lo cual se plegó al programa de su adversario. Los estrategas del PP habrán de ver cómo se reparten la clientela con este competidor que se les quiere instalar en su propio redil.

Doy por hecho que las lúcidas mentes que maquinan en Blanquerías, sede del PSPV, habrán hecho sus cábalas para justificar esta acentuación del sesgo conservador del partido. De sus cavilaciones quizá se desprenda que en el País Valenciano hay una clase media más o menos liberal, dotada de bastante civismo como para penalizar en las urnas la malversación democrática que representa el PP y que, además, llegado el caso, no tendrá reparo en votar socialista. Sin embargo, las derrotas estrepitosas en las urnas y los deprimentes pronósticos también podrían hacerles considerar la alternativa de un programa de izquierda, trufado de valores republicanos, como remedio a la mala de frustraciones.

Pero es hablar por hablar, porque la cabra tira al monte y estas inercias carcas de los socialistas están en sus genes. Basta ver para comprobarlo la obsequiosidad devota del líder socialista Jorge Alarte rindiendo tributo de pleitesía el jueves pasado al cardenal Antonio Cañizares a propósito del doctorado honoris causa que la Universidad Católica San Vicente Mártir le ha otorgado al eminente y audaz prelado. Un fasto de corte medieval en el que, con asistencia de todas las fuerzas vivas, como está mandado, se apostrofó del "desplome moral" en el que estamos sumidos, sin la menor referencia a los pecados de la Santa Madre Iglesia, que ella sí, está en una gravísima quiebra. Los sociatas, por lo visto, no se han enterado.

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