'Tron: Legacy' reabre tres décadas después la puerta del ciberespacio
La secuela del filme de culto de los ochenta se estrena a lo grande en EE UU
Jeff Bridges recuerda como una gozosa experiencia lúdica Tron. Quizá la recuerden; era aquella película de 1982 que convertía en héroe a un programador informático que entraba en un territorio aún sin explorar... la Red. "Una película que apeló al niño que llevo dentro", rememora hoy el actor. En Disney, durante años contemplaron el filme como un fracaso que no superó los 25 millones de euros de recaudación y que, junto con El caldero negro y El abismo negro, fue el mejor ejemplo de una época nada dorada en el estudio.
Sin embargo, parte del público no la olvidó y, con el paso del tiempo, la recordó incluso con nostalgia. Especialmente esos que como John Lasseter ya no cumplen los 40 y aseguran que sin Tron no existiría Pixar. O esos frikis algo más jóvenes que pueblan la Comic Con y que, ya sea en DVD o en parodias tipo Los Simpson, vieron en Tron por primera vez una puerta abierta a ese mundo en el que habitan: el ciberespacio.
La campaña de lanzamiento incluye música, juguetes y videojuegos
Gracias a sus efectos especiales, la cinta pretende ser la nueva 'Avatar'
"Yo soy de esos. Vi Tron en 2003, en el portátil, y me pareció un viaje, algo diferente a todo lo que conocía", asegura Garrett Hedlund. Ahora, casi tres décadas más tarde, Bridges y Hedlund protagonizan Tron: Legacy, la secuela, remake o reboot de este clásico de ciencia-ficción que nació, como bromea su creador, Steven Lisberger, no de una sesuda novela ciberpunk o de las tripas de Silicon Valley, sino del edificio de animación de los estudios Disney: "En la esquina de la calle del Mudito con la avenida de Mickey".
Se trata de una historia de aventuras donde un hijo tiene que rescatar a su padre perdido en el ciberespacio que el mismo creó. Pero como recuerda Bridges también es una metáfora sobre la tecnología y sus ramificaciones. "Una fábula sobre nuestra adicción a la gratificación inmediata", comenta serio. Eso que se lo diga a Disney porque Tron: Legacy es una invasión, la última apuesta tecnológica del estudio donde no se han escatimado medios tanto de producción (oficialmente 113,5 millones de euros de presupuesto, extraoficialmente, el doble) como de promoción en todos los frentes. Porque si el estudio espera un taquillazo en la línea de Alicia en el País de las Maravillas (522 millones de euros) y Toy story 3 (490 millones de euros) en los cines, fuera de ellos la campaña se extiende al mundo de los videojuegos (Tron: Evolution), la música (con la banda sonora de Daft Punk), el mercado del regalo navideño de alto rango (desde snowboards a Adidas con los colores azul y negro de Tron), o el del juguete infantil. En total más de 150 objetos relacionados que también ofrecen un mundo Tron para moteros con la venta por más de 40.000 euros de la versión real de la imagen de marca de esta saga, el lightcycle.
Una invasión virulenta y viral con la vista puesta en el mercado internacional que primero necesita hacer de Tron: Legacy el Avatar de este año. Sus creadores están seguros de ello. "Es la película más avanzada de la historia del cine, aunque en tres meses habrá algo más allá", asegura su productor, Sean Bailey, reconociendo la rapidez con la que se desenvuelven los avances en la tecnología digital. De hecho, como reconoce Lisberger, cualquier teléfono móvil tiene más tecnología que el primer Tron.
En Tron: Legacy han recreado en la Red un Jeff Bridges escaneado mediante láser. Es decir, la premisa de ficción de la primera película ahora es una realidad. Hoy, incluso aquellos más críticos con el filme, están seguros de su atractivo tecnológico y de la calidad de su 3D. Además, la genialidad de Bridges estará duplicada en dos personajes, uno de ellos casi 30 años más joven que el Bridges real. "Rodar películas sin cámara, en ese lugar etéreo que los técnicos llaman volumen, donde miles de sensores captan tu interpretación, me devolvió una vez más a la infancia, a ese sentimiento de juego, de pretender, que tantas veces olvidamos al actuar con mayúsculas".
Babelia
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